lunes, 19 de enero de 2015

¡GRIPE!

Los médicos siempre me han dicho que la garganta es mi punto flaco. ¡Ya podrían haber encontrado un punto más idóneo en mi robusta anatomía!

El pediatra que nos veía de pequeños le decía a mi madre que las anginas se operan por malas y no por grandes, de manera que mi vida ha transcurrido  entre gripes eternas que a menudo me convierten en la mujer perfecta.
Sí, suelo pasar inviernos sin poder hablar o sin que me oigan durante un par de semanas.

Pese a los antecedentes, este invierno si que no me lo esperaba. Desde mediados de noviembre hasta la fecha me duele la garganta, tengo episodios prolongados de tos y ando bastante desguanzada.
Todo el mundo me receta. Toma té de buganvilia; la base es la miel con limón. Por qué no te vacunas?, me preguntan otros.

Según lo que leo y me indican los científicos que conozco, las vacunas se producen seis meses antes de que inicien las recurrente epidemias o temporadas de gripe y, cuando esta aparece, la gripe de que se trate ha mutado y solo sirve en un 23% de los casos.

Veía el otro día a un médico en la televisión gringa cuyos consejos me recordaron a la gripe aviar que tan asustados nos tenía. Los consejos eran los mismos: no salga de casa, abríguese, beba mucha agua, y, algo que me llamó la atención: lleve su propia pluma. Es decir, que si llegaras a firmar un cheque, una cuenta o una fianza, que sea con su propia pluma. Se pega como el chicle, de manera que en dos meses debo haber infectado a varios cientos de ciudadanos inocentes que no se merecían este castigo.
En la tarde volveré a hablarle al médico.
¿Me habré quedado de muestra?

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