Ninguna foto me acompaña de tan singular acontecimiento.
Quizá la razón fue que para mis padres no era tal, sino una visita normal dadas la circunstancias: el exilio; la estancia en Washington; la cercanía de Juan Ramón y Zenobia durante el tiempo que pasaron en la Universidad de Maryland. Pero no, no hay fotos.
Ahora que se cumplen 100 años de Platero y Yo, y que aparece un artículo en el diario El País que se refiere a la pasión secreta de la escultora Marga Gil, la edición de su diario y su suicidio, recuerdo a Juan Ramón y Zenobia en aquella casa de Alexandria (en Virginia -el otro estado colindante con la capital estadounidense).
Yo debo haber tenido 9 o 10 años, aporreaba el piano y aquel señor barbado y que parecía tan serio me decía, "Pero qué bien tocas María Teresita, parece que estás tomando clases".
Y yo tan contenta de que no me habían mandado callar, también me enamoré de él.
Quizá la razón fue que para mis padres no era tal, sino una visita normal dadas la circunstancias: el exilio; la estancia en Washington; la cercanía de Juan Ramón y Zenobia durante el tiempo que pasaron en la Universidad de Maryland. Pero no, no hay fotos.
Ahora que se cumplen 100 años de Platero y Yo, y que aparece un artículo en el diario El País que se refiere a la pasión secreta de la escultora Marga Gil, la edición de su diario y su suicidio, recuerdo a Juan Ramón y Zenobia en aquella casa de Alexandria (en Virginia -el otro estado colindante con la capital estadounidense).
Yo debo haber tenido 9 o 10 años, aporreaba el piano y aquel señor barbado y que parecía tan serio me decía, "Pero qué bien tocas María Teresita, parece que estás tomando clases".
Y yo tan contenta de que no me habían mandado callar, también me enamoré de él.
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