sábado, 1 de abril de 2017

JESÚS SILVA-HERZOG FLORES

En semanas pasadas leo los cariñosos artículos de Sergio Sarmiento, Francis Suárez y Mauricio de María y Campos, entre otros, sobre quien fue mi marido de 1959 a 1994. Muchos años. . .muchos recuerdos y añoranzas de un hombre valioso y con valor para hacer lo que se debe hacer en este país tan necesitado de personas como él. Huelgan los adjetivos.

Me viene a la memoria otros días como este, cercanos a la Semana Santa del año 1972. Chucho entonces era Director de Crédito de la Secretaría de Hacienda, puesto destinado a Miguel de la Madrid, uno de sus mejores amigos, pero quien el Presidente Echeverría consideró que Pemex lo necesitaba más que la SHCP. 

Trabajar con Hugo Margain fue una delicia pese a los rigores de la chamba. Las enseñanzas de Rodrigo Gómez y Ernesto Fernández Hurtado hacían de Hacienda un paso adelante, si bien retador. Así las cosas y dado el exceso trabajo y las comidas fuera de casa, pescó una salmonelosis terrible que lo llevó a la Clínica de Londres, donde permaneció alrededor de 3 semanas bastante grave y bajo el buen cuidado de Samuel García a quien de repente sigo viendo y agradeciendo su ayuda. 

Un día, hacia el final de su estancia, se apareció por allí Rafael Izquierdo, hombre de confianza de muchos presidentes, reconocido por su gran inteligencia y sabiduría de los temas económicos -ideólogo del "desarrollo estabilizados" y no recuerdo qué otro "desarrollo". Chucho aún estaba muy débil y medio adormilado cuando un atribulado Rafael empezó su historia.

-"A Echeverría se le acaba de ocurrir una de las peores locuras que he escuchado", dijo. "Ahora va a crear un instituto de vivienda para los trabajadores". 

Según Rafael aquello se perfilaba como una batalla campal entre sindicatos, empresarios y gobierno y vaticinó:  POBRE DEL INFELIZ AL QUE VAYA A NOMBRAR SU DIRECTOR. 

Quien yacía en la cama de la Clínica ni parpadeó. No así pocos días después y ya en casa en su sillón favorito. No recuerdo si fue Margain o el propio Presidente Echeverría quien llamó diciéndole que se le había nombrado primer Director del Instituto Nacional para la Vivienda de los Trabajadores. 

Imposible decir si Chucho estaba contento o enfadado. Pienso que estaba más bien desconcertado. Era un reto y eso le encantaba. Para quien el mejor banquete era comerse una torta sentado en la banqueta, nada mejor. Aquello sería, como fue, comer un taco de chinicuiles en los llanos de Apan. Ya no más comidas con David Rockefeller ni Leo Rothschild: Fidel Velázquez y un joven Joaquín Gamboa Pascoe. Recuerdo también, entre otros, a alguien mayor de pelo engominado que me besó la mano al conocerme y creo era líder de los electricistas y, sin lugar a duda, a Isidoro Rodríguez, padre del "Divino" con su casa llena de Lladrós.

Pronto los trabajadores reunidos habrían de nombrar directores adjuntos
a Justino Sánchez Madariaga (CTM) y los empresarios a Julio Millán (por cierto, compañero mío de generación en la UNAM).

Luego -o mientras tanto- se organizaba un equipo de trabajo interno que perfilaba los distintos intereses de las Secretarías o personas allegadas a Echeverría. Amigos, amigos de Chucho pocos (Juan Foncerrada, Octavio Fenollosa y Manuel Barros entre otros), aunque posteriormente todos -o la mayoría- se pusieron la camiseta. 

Así, el 1o. de mayo de 1972, en un edificio vacío de la Avenida Reforma a una cuadra del cine Diana de entonces, fue creado el INFONAVIT, con acento en la última sílaba, esto es, en la ViVIENDA DE LOS TRABAJADORES, como diría más tarde su director. 

No había lápices, ni papel, sino los propios. Pocas secretarias y máquinas de escribir. Las computadoras estaban en pañales.  ¿Qué decir de terrenos o casas qué repartir? ¿Constructoras? ¡Ni hablar! Muchas existían pero tendría que verse cuales estaban capacitadas para el volumen deseado. ¡10,000 casas al año habría pronosticado al año Hugo Margain antes de la inauguración de aquel edificio!

¿Que pasaría?  LUEGO SIGO