jueves, 23 de noviembre de 2017

LOS CHICOS DE YALE

En México, los chicos que hace más de 50 años estudiaron en la Universidad de Yale, se reúnen cotidianamente ya sea entre sí o con sus esposas. 
Por nuestra parte, también las esposas (o ex esposas) -Sonia, Licha y la que escribe- nos reunimos a reírnos, comer o lo que sea porque aquella amistad ha seguido y se ha enriquecido con los años.  
Todo nos ha pasado: todos aquellos chicos han sido muy exitosos en su vida profesional. Uno de ellos -Miguel Mancera- fue Director del Banco de México, Jesús Silva-Herzog, que nos abandonó en marzo, fue Secretario de Hacienda, de Turismo y Embajador en España y Estados Unidos y Sergio Ghiggliaza, además de Director del CEMLA, -institución creada por mi padre-  sigue jugando al tenis y es lo más simpático del mundo, además de cascarrabias.
Otro a quien extraño y veíamos menos era Javier García Urtiaga, siempre viajero y, a diferencia de los arriba indicados, dedicado a la iniciativa privada. Javier murió el mismo día que mi madre, dos partidas muy dolorosas.
Hago este relato de los mexicanos porque lo que más nos entusiasma a los chicos de Yale y a sus esposas es la llegada más o menos frecuente de nuestro queridísimo Andrés Bianchi, que a más de ser Director del Banco Central de Chile sería embajador de su país en Estados Unidos y  afortunadamente casado con la mujer más guapa y simpática del mundo y sus alrededores que nos hace reír todavía más.
Nuestros recuerdos abarcan mil cosas. 
Entre otras, que el cubano Pepe Chao tenía su departamento a la temperatura de La Habana en el más frío invierno y, si le invitabas a comer, tenías que prestarle una toalla porque él siempre se bañaba antes de comer. Por otra parte, que Carlos Bermúdez Limón -compañero mío en la Escuela de Economía de la UNAM -y desgraciadamente no tengo foto- tuviera a bien ponerle Catsup a mi último empeño culinario como recién casada.








miércoles, 22 de noviembre de 2017

ESTADOS UNIDOS Y RUSIA

Por ahí de los años 80 -obviamente del siglo pasado- mi entonces marido y yo fuimos invitados a cenar en casa de muy buenos amigos, Zopy y Kos (Jacques) Polack. Mi padre y Polack habían sido compañeros en el Fondo Monetario Internacional, esa institución que todos parecen odiar, y su amistad fue grande y pasó a los hijos. 
Aquella noche, donde por cierto me encontré con un compañero de la secundaria -Bardel Tirana si es que se escribe así- a Zopy -pues así le decían aun cuando debe haberse llamado de otra manera- se le ocurrió presentarnos a un sujeto que pensó nos interesaría. 
No me acuerdo de su nombre pero lo interesante del personaje era que su oficio era hacerse pasar por ruso -su físico no lo desmentía- e ir a las universidades de Estados Unidos con acento ruso y un discurso pro soviético, para ver quienes se interesaban por su país y en qué sentido se interesaban. 
Con ello pretendía -y lograba- adoctrinarlos y darse cuenta de su inclinación. 
Obviamente era de la CIA pero, para nosotros, lo más curioso es que ya no era la época del Macarthismo. No obstante seguían con la Guerra Fría y la historia con Rusia, y aparentemente el personaje había captado a bastantes posibles afiliados. 
Así transcurrió la noche, platicamos del asunto, nos presentó a su esposa china y nos contó que habían adoptado a un niño hawaiano cuya fisionomía casaba con el matrimonio. (Hasta en eso había pensado.)
Pasó el tiempo y, de vuelta en México, mis padres nos contaron que un buen día se había aparecido por ahí un amigo nuestro, o una persona que dijo ser amigo nuestro, con lo cual lo hicieron pasar. Lo invitaron a una copa o algo y pasó un buen rato con ellos hablando de nosotros y especialmente de Chucho. (Jesús Silva-Herzog, entonces mi marido.) Cómo era, qué le gustaba, qué había estudiado, qué hacía, qué países visitaba y así sucesivamente.
Nosotros no dábamos con la persona hasta que contó a mis padres que nos había conocido en casa de los Polack.

Qué miedo, ¿verdad? Hoy volvemos a la historia con Rusia y aquellos hoy con un KGB a la cabeza están más duchos que nunca. ¿Y qué con un presidente de estadounidense que obviamente tiene negocios con él?

PODEROSO CABALLLERO

Pocos países hay donde las mujeres reciben el mismo ingreso que los hombres por el mismo trabajo que realizan o que deben aceptar algún desmán por necesidades de trabajo. 
Por experiencia propia,  puedo comentar que en una ocasión en que trabajaba en el Consejo Nacional para la Ciencia y la Tecnología, donde publiqué varios artículos y un libro sobre los 10 años del propio Consejo, me percaté tarde -porque no lo iba preguntando- que mi secretaria ganaba más que yo. 
Fue hasta entonces que me enfrenté al administrador para preguntar sobre mi caso y su contestación fue indignante: "Pensé que tenías dinero y no lo necesitabas", me contestó.
Fuera o no el caso, que por cierto no era, el hecho es abominable y, por supuesto, no sólo tuvo repercusiones en mi forma de vivir en aquel momento sino hasta en mi jubilación. 
Aquel fue un caso extremo y sumamente idiota tanto de mi parte, por no enterarme hasta tarde, como la del ´caballero´ que hizo el comentario y lo llevo a cabo, pero el hecho es que las mujeres siguen dependiendo de esos poderosos caballeros que son generalmente son sus jefes y abusan de una u otra forma de su poder -valga la redundancia- sobre ellas.
Otra monada que me pasó ya al final de mi carrera burocrática, fue que en el entonces Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA) recibí una carta de la Secretaría de Educación Pública (SEP) diciéndome que no tenía derecho al puesto porque era economista. Ello cuando la Presidenta había sido intérprete. 
No entendí nada, pero el sueldo me lo bajaron.
Recuerdo también que en aquellos tiempos, un buen amigo que había ascendido a Director de Pemex, nos contaba extrañado que había un exceso de empleados en su oficina: lo único que hacía uno de ellos era llevarle un jugo a su llegada y otro el café. ¿Y las mujeres?, pregunté con la inocencia que entonces me aquejaba. "Esas trabajan por cuerpomático", me contestó.
Hoy, en Estados Unidos de Norte America, el escándalo sobre el abuso sexual de un día eleva a la enésima potencia al del día anterior.
Habría que empezar, digo yo, por el ciudadano presidente de ese país que ventiló y se jactó durante su campaña sobre su poder sobre las mujeres (en Rusia le acomodaron a 5 en su recámara) y hasta su hija habló sobre sus actitudes durante su periplo por Miss Universo. 
Entre los hombres de los medios y el cine la lista es interminable. 
Algunos duelen, pues un buen analista política como Mark Halperin se ha visto involucrado en este escándalo y Charlie Rose, para mí y muchos, el mejor entrevistador de la televisión estadounidense, resulta que está en lo mismo. A ambos los han despedido de los programas donde han aparecido durante años. 
En la política no digamos. Ahora, resulta que un republicano deleznable a quien incluso corrían de los centros comerciales por andar detrás de las quinceañeras, puede ganar un puesto en el senado porque puede ser beneficioso para las propuesta de ley de impuestos en favor de los ricos del Sr Trump. 
Viejos y no tan viejos demócratas y republicanos deben ser puros (o evangélicos como el vicepresidente). 
¿Y la denuncia? La vergüenza hace que las mujeres no denuncien, no mencionen. Ahora una mujer que pasó por el problema hace 40 años se atreve. ¿Quién la sigue?

Allá ustedes cómo lo vean, pero es obvio que el abuso viene porque las mujeres tenemos derecho al empleo sin tener que someternos a ningún tipo de tropelía. Y porque las mujeres por el mismo trabajo debemos recibir el mismo sueldo. Si no, preguntemos al gabinete de hombres blancos del presidente Trump.