Poco airosa resultó mi salida de Madrid, aunque, probablemente, debería considerarla como digna de una película de los hermanos Marx.
No sé a cual de los hermanos puedo parecerme pero desde luego al que se considere el más bruto.
Acompañada como siempre de mi queridísima Eloina, debía bajar un empinado corredor mecánico (como el que hay en COSTCO pero más empinado y más largo) con el carrito que lleva las maletas para obtener la recuperación de impuestos de mis adquisiciones en las baratas del Corte Inglés. (Imposible de desaprovechar.)
Los carritos mencionados deben ser manipulados bajando la palanca con la que los guías y, si no lo haces, se paran en seco. Obviamente, en aquella pendiente se paran en seco con o sin palanca.
Poco docta en estos avatares y siendo la "guía" del carrito en cuestión, después de haber leído cuidadosamente la señal -o así lo creía- el transporte mecánico se hacía cargo de que siguiera el camino parándose para mí en seco, esperando que, al llegar abajo, volviera a empujar la palanca hacia abajo para volver a conducirlo a su destino.
Aquello sonaba fácil y yo ya me sentía perfectamente capaz de realizar semejante empeño pero desgraciadamente no fue así.
Al llegar a mi destino manifiesto, el carrito seguía parado pero yo no: ni yo ni las personas que me seguían, incluyendo a Eloina, seguíamos en movimiento, de manera que acabamos con un golpazo casi abajo del (xxx. . .) carrito con las maletas y una facha muy poco elegante en el suelo del aeropuerto con manos y pies fuera de lugar. No me rompí nada de milagro aún cuando para los observadores -muchos- debí parecer lista para el hospital y muy bruta.
De todo esto Eloina da testimonio en el siguiente cartón que creí indispensable compartir con ustedes.
No sé a cual de los hermanos puedo parecerme pero desde luego al que se considere el más bruto.
Acompañada como siempre de mi queridísima Eloina, debía bajar un empinado corredor mecánico (como el que hay en COSTCO pero más empinado y más largo) con el carrito que lleva las maletas para obtener la recuperación de impuestos de mis adquisiciones en las baratas del Corte Inglés. (Imposible de desaprovechar.)
Los carritos mencionados deben ser manipulados bajando la palanca con la que los guías y, si no lo haces, se paran en seco. Obviamente, en aquella pendiente se paran en seco con o sin palanca.
Poco docta en estos avatares y siendo la "guía" del carrito en cuestión, después de haber leído cuidadosamente la señal -o así lo creía- el transporte mecánico se hacía cargo de que siguiera el camino parándose para mí en seco, esperando que, al llegar abajo, volviera a empujar la palanca hacia abajo para volver a conducirlo a su destino.
Aquello sonaba fácil y yo ya me sentía perfectamente capaz de realizar semejante empeño pero desgraciadamente no fue así.
Al llegar a mi destino manifiesto, el carrito seguía parado pero yo no: ni yo ni las personas que me seguían, incluyendo a Eloina, seguíamos en movimiento, de manera que acabamos con un golpazo casi abajo del (xxx. . .) carrito con las maletas y una facha muy poco elegante en el suelo del aeropuerto con manos y pies fuera de lugar. No me rompí nada de milagro aún cuando para los observadores -muchos- debí parecer lista para el hospital y muy bruta.