Durante mi estancia en Madrid -que he estado comentando- los amigos que saben algo de esto me hablaron del libro de Pilar Urbano que estaba por salir a la venta. Según ellos debía leerlo porque, aún cuando ellos juraron que no lo leerían porque no confiaban en la autora, no les cabía duda de que sería interesantísimo e importante.
Del golpe de Tejero, me señalaron.
Para mí, que el libro más interesante y mejor escrito sobre el asunto es el de Javier Cercas Anatomía de un Instante, resultaba curioso que, aún antes de su publicación, suscitara tanto interés este documento.
Y sí, los 250 mil ejemplares tirados semanalmente se han ido agotando puntualmente.
Ante semejante agresión editorial, y dado que lo único que no puedo resistir es la tentación, me lancé a adquirir este tomo de 863 páginas. Voy casi por la mitad y confieso que su lectura me ha sido entretenida.
Ahora bien, críticas han habido todas. Por ejemplo, en su larga argumentación Roberto Muñoz Bolaños indica que
contemplado
historiográficamente, el libro en cuestión presenta tres importantes problemas:
su dudosa metodología, su desconocimiento de las Fuerzas Armadas del periodo
1975-1981 y su erróneo planteamiento del golpe de Estado del 23-F.
Abrevio:
1. Ausencia de cualquier tipo de crítica sobre las fuentes
utilizadas.
2. Cita fuentes que no ha consultado y, lo que es más
llamativo, que no existen.
3.Reconstruye hechos históricos a partir de fuentes donde
esos acontecimientos no están relatados.
4. Recrea acontecimientos históricos sin apoyarse en ninguna
fuente.
Sobre "el erróneo planteamiento del golpe de Estado del 23-F", probablemente lo que ha dado más que hablar es la de que
. . . el rey apoyó y amparó esta operación, facilitando su desarrollo, especialmente su aceptación por los principales dirigentes políticos. Según Urbano, su actitud obedecía a su enemistad con Suárez y al temor de que se produjera un golpe de Estado que pusiera en peligro la Corona, ya que tanto Armada como Cortina le informaron de que había varias operaciones involucionistas en marcha, que se desencadenarían en mayo de 1981 (pp. 488-492 y 532).
El lector jamás llegará a saber si buena parte de lo que está leyendo son hechos, aproximaciones, intuiciones, suposiciones, versiones o ficciones. El resultado es una narración tan verosímil que no hay quien se la crea.
Una novela, vamos.
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