domingo, 11 de septiembre de 2016

MUJER DE COSTUMBRES

Como mujer de costumbres, me cuesta trabajo salirme de mis rutinas. De manera que hace 15 años, acostada cómodamente en mi cama a las 8 de la mañana tomaba mi té (Lapsang Souchong) y el yogurt y cereal cotidianos a la vez que veía las noticias en la tele. Pese a que aún no me había jubilado, tenía suficiente tiempo para salir a trabajar. Debía, además, acudir a una cita con el IMER a hablar sobre mi último libro y eso me divertía. 
Pronto llegaría de Nueva York mi hija Tere que se había ido unos días allí con su marido y había salido de regreso en el vuelo de la noche pero aún no me había hablado. Por su parte, mi hijo Chucho, que también estaba allí, seguramente estaría ya en el aeropuerto para regresar al país.
De repente veo que un avión se estrella contra el World Trade Center y, poco después, otro empieza a perderse detrás de aquel edificio para volver al ataque. 
Creo que nadie puede olvidar aquel momento y, como en todos los acontecimientos importantes de nuestra historia personal -pues personal es lo que ocurre en cualquier parte del mundo si nos afecta dolorosa o felizmente- nos sentimos inermes de no poder hacer nada para que aquello no suceda. 
La historia la conocemos todos y la vivimos momento a momento: las personas que saltaban del edificio al vacío, el derrumbe, la nube de humo que se extendía por una ciudad emblemática para muchos o todos, la hayamos conocido o no.
Desconsolada, no pude ir a la oficina y me quedé clavada frente al aparato. Pero lo que sí hice fue ir la la radio. Allí tendrían que saber más cosas. ¿Qué habría pasado con Chucho? Me entero que habían desalojado el aeropuerto y si él estaba allí seguramente había corrido la misma suerte y estaría tan aterrado o más que yo.
Nada. . .no sabían nada más de lo que yo había seguido viendo en la televisión estadounidense. 
La verdad no recuerdo cuando pudo regresar a México Chucho pero sí que tardó. Caminó desde el aeropuerto Kennedy hasta el puente de Brooklyn y a la gran urbe cargado de computadora y maleta. No cuenta el terror que debe haber sentido. Yo me lo imagino.
Hoy 15 años después Estados Unidos sigue recordando el ataque al Pentágono, el avión que unos arrojados viajeros impidieron otro desastre en alguna de sus instituciones -dícese que la Casa Blanca- y en Nueva York, ahora se levanta una nueva torre y un parque con el nombre de las 3,000 y tantas víctimas que perecieron hace en el año 2001. Sus nombres se repiten en la ceremonia luctuosa de la ciudad. 
Sus familiares siguen ahí presentes y seguramente se preguntan si desde aquel día fatídico todo cambió, tanto para ellos como para el mundo entero
Creo que sí.


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