De acuerdo con la teoría, existen sólo seis grados de separación entre una persona y cualquier otra. Así, si usted, por azares del destino, viaja en avión de Groenlandia a Sudáfrica y entabla una conversación con el pasajero de al lado, con toda seguridad encontrará que conoce a alguien, que conoce a alguien. . . .que usted, mexicano, conoce.
La primera vez que me enteré de su existencia -de la teoría- fue a través de una obra de teatro con ese nombre (Six Degrees of Separation) que vi en Lincoln Center hace muchos años y que luego fue convertida en película. Después aparecieron juegos que incitaban a buscar los seis grados de separación entre, por ejemplo, Brad Pitt y Einstein.
El caso es que a mí me ha pasado en varias ocasiones -desde luego que no viajando entre Groenlandia y Sudáfrica- y hace unos días me volvió a pasar. Viajaba de Denver a México en un avión que se negó a salir. Cargada de los libros que yo y mi hija habíamos pedido a Amazon, las maletas resultaban difíciles de maniobrar, y documentarme, pasar por la migración gringa, despojarme de abrigo y poncho, quitarme los zapatos, abrir la computadora, etc. me fueron más pesados que nunca. . . y el avión de Mexicana no salió hasta el día siguiente. Había que volver a salir del aeropuerto subir maletas y bultos a un camioncito, llegar a un hotel, para volver a hacer la operación al día siguiente. Por fortuna, Yola y Gabriel, Mayra, Armando y Federico me hicieron el viaje y mejores compañeros de viaje no podía haber tenido. Acabamos contándonos nuestras historias y riéndonos de las peripecias del viaje.
De aquello resultó que Yola había sido la directora de la escuela donde había estudiado Armando la primaria y siguieron los cuentos de alumnos y maestros que, encantados, recordaban. Federico, a quien, por su apellido, supe primo de Jaime -amigo de mi hermano Javier- después resultó ser. . .. Bueno, eso me lo guardo.
Y, claro, eso fue sólo entre mexicanos.