Desde que el fiscal del estado, Patrick Fitzgerald, diera a conocer la investigación que el FBI hacía de las triquiñuelas gangsteriles del Gobernador de Illinois, Rod Blagojevich, la prensa vuelve a ser feliz. Después de los múltiples peligros que sorteó el Presidente Electo, Barak Obama, durante su campaña como, por ejemplo, el asunto de las diatribas del reverendo Wright, su amistad con el terrorista William Ayers, la diversión que significó la gobernadora de Alaska, y demás hierbas, ahora resulta que los ajos y cebollas espetados por el tal Blagojevich y las posibles aunque remotas ligas entre este y Obama -por ser ambos del estado de Illinois- arman gran revuelo. Que si Obama nunca ha hablado con él sobre el asunto de su curul, que si alguien de su oficina pudo haberlo hecho, que si la corrupta maquinaria del estado -de larga historia- pudo haber intervenido en la exitosa campaña del Presidente Electo y, lo que me parece más interesante, que si Obama decidió lanzarse a la candidatura antes de lo pensado para conservar su pureza impoluta. Siendo, como era, el caballo negro de la contienda, ningún politiquero de Chicago le iba a apostar, y. . .
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