martes, 22 de febrero de 2011

LOS JOVENES DEL MUNDO ÁRABE

Comentario al margen
Las esperanzas de los países de occidente parecen estar en los jóvenes del mundo árabe. La revista Time de esta semana alaba a la generación que pensaban perdida y que ahora llaman la generación de Internet, de Facebook o de los Milagros.
Los expertos en asuntos del Medio Oriente, señala el artículo de Bobby Ghosh, autor del artículo mencionado, consideraron durante años que los jóvenes árabes estaban frustrados por la situación económica y falta de trabajo pero carecían de valor para enfrentar esta situación. Nadie hubiera apostado que ellos serían los que habrían de iniciar la revolución que estamos presenciando día a día. Era una generación "demasiado castrada políticamente para presionar al cambio". También piensan poco probable una revolución de tipo pacifista: les preocupaba más bien una disidencia extremista de jóvenes islamistas.
Lo que estamos viendo parece dar un mentís a estos presagios y el Time considera que la mayoría de los jóvenes prefieren la democracia a los autócratas o el extremismo de grupos islámicos.
Por su parte la revista The Economist también en su artículo de portada titulado El despertar (The awakening), considera que occidente tiene muchas razones para recelar de esta revolución pero que también tiene muchas esperanzas en ella.
El Oriente Medio hace mucho parecía haber perdido la esperanza de un cambio, avasallado como ha estado durante años por dictadores y sheiks; sólo consideraron como alternativa un Islam radical.
Durante décadas, Occidente no ha hecho nada por cambiar este sentir y se ha rendido ante los Gadafis y los Al Saud.
El País, en su editorial de hoy titulado "Europa y la Revolución", lanza un repudio total a esta posición: Esta no es la Europa que requiere la revolución que está teniendo lugar en el Magreb y Oriente Próximo. Al silencio y la parálisis con que se recibieron las manifestaciones que acabaron con las dictaduras de Ben Ali y de Mubarak, en Túnez y Egipto, se suma ahora la tibieza de la reacción contra la masacre perpetrada por el dictador libio Muamar el Gadafi. Cuando un tirano lanza tanques y aviones contra los ciudadanos que lo repudian, y entre los que los muertos se cuentan ya por centenares, resulta sencillamente ignominioso que se hable de contención en el uso de la fuerza.
(Debe señalarse que ayer hubo un repudio -sí un tanto tibio- del gorila libio por parte de la Secretaria de Estado Hillary Clinton y Ban Ki Moon llamó a una reunión urgente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas cuyas resoluciones aún no se conocen.)
La revista inglesa considera que la respuesta al problema empezó con Egipto ya que tendrá que escoger entre los militares y los Hermanos Musulmanes, partido islamista aún débil. Sus universidades parecen dormidas, su historia no refleja gran disidencia y no cuentan con una tradición parlamentaria. La sociedad egipcia le tiene un desprecio total a Occidente y odia a Israel además de carecer de bases para fincar la democracia.
Concluyo estas referencias periodísticas con una trivial referencia al mundo de los jóvenes árabes que ya comenté hace 3 años en este blog (La huida a Egipto) y que comencé con esta frase: La primera vez que me pegó mi marido. . .
Al pronunciar esta frase, la Sra. Azza, mi guía por las pirámides de Giza, pareció sorprendida de mi asombro.
“Notará que no llevo la cabeza cubierta, pero soy musulmana y sigo las enseñanzas de Corán”, me indicó. Mejor oportunidad no podía encontrar para conocer algo de la vida de las mujeres en el Islam.
La joven mujer que recibió el golpe porque se le había ocurrido decirle a su marido que no sabía por qué las mujeres ganaban menos que los hombres cuando hacían el mismo trabajo, era gordita y tenía una niña de 9 años. (Ella y su marido trabajan en la misma agencia de turismo y ella ha estudiado más y habla varios idiomas.) Se dió cuenta que aquella pregunta le molestaba la primera vez que lo preguntó, pero a la segunda le propinó una buena bofetada a la que siguieron muchas más. Después Azza confesó que era muy probable que su marido pronto tomara a otra mujer. Los musulmanes tienen derecho a tener 4 mujeres y su marido parecía entusiasmado con una chica de la agencia.
En aquel blog volví a recordar la conversación en la que la guía me indicó que la ley islámica permite la separación tenga efecto y que ahora los juristas y teólogos ahora debaten si es posible extrapolar esta disposición al "e-divorcio". Ocho de cada 10 veces el hombre pide el divorcio en Egipto; no le hace falta acudir al tribunal, contrario a lo que le pasa a una mujer. Veo difícil el futuro de esta mujer que vive en un piso de la casa de sus suegros y que, si resulta divorciada, todo lo que ha aportado a la familia lo perderá sin ningún miramiento. “¿No tienes tu propia cuenta bancaria?”, le pregunté. “Aún no, pero lo estoy pensando.” “Pues ya no lo pienses más”, le aconsejé.
Azza también me contó de sus terribles recuerdos de la clitoridectomía que le hicieron al llegar a la pubertad y de cómo estaba tratando de evitarle a su hija el trauma. Habla de los 5 rezos diarios que hace, de las abluciones y del tipo de comida que prepara. Y así seguí escuchando sobre la vida de las mujeres en el Islam egipcio que yo había pensado light.
Si a la visita de las pirámides añadimos la introducción al mundo musulmán, la visita cayó redonda.
Al volver con mi anfitrión me presentó a un joven estudiante de 5º año de medicina -que por primera vez recibiría una clase sobre los órganos femeninos- al que exprese mi asombro sobre la lección del día y se me ocurrió decirle “por supuesto que tu no piensas que el mundo se creó hace 6 mil años”. “Todo buen musulmán lo cree”, me respondió para después enfrascarse en una larga discusión. Desde luego que me debí haber callado para no apenar a mi anfitrión. Ya se sabe: sobre religión no se debe de hablar. Diría Bill Maher a su mesa de invitados en su programa Real Time de HBO: "A ver, ¿ustedes realmente creen el cuento de la manzana y la serpiente?"

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