Hace años acudí a la ópera de Viena donde se representaba el Fausto de Gounod con la escenografía de David Hockney. Confieso que no recuerdo si los cantantes eran buenos malos o regulares pero lo que no se me puede olvidar es la escenografía de Hockney.
Empezaba muy normalmente con el Dr. Fausto decrépito en su entorno científico, la aparición de Mefistófeles malvadísimo y Margarita deshojando las idem.
Pero he ahí que en el segundo acto viene las tentaciones a las que el mismísimo demonio pone no sólo a Fausto sino a todo el pueblo donde habita. Aquello fue alucinante. El vellocino aparece en escena en la figura de un toro de oro, en cuyos ojos se rotan campanas, manzanas, cerezas y signos de pesos y su boca vomita monedas de oro ante la hilaridad del pueblo y el público que observaba los desmanes desde la sala.
A estos últimos el asunto no les gustó nada y, al terminar la función, cuando hay que aplaudir, los cantantes recibieron la ovación correspondiente pero, al salir Hockney, los buuuus se escucharon de arriba a abajo de la sala.
¿Qué hizo el inglés? Pues se dió la vuelta y se bajó los pantalones en lo que antes, no sé si ahora, se llamaba mooning.
El nuevo Fausto que presenta la Met de Nueva York, gracias a Des McAnuff juega con las nuevas escenografías y vestuarios. Ahora son las escaleras y los andamios que suben y bajan y se convierten en jardín, balcón, iglesia, taberna o el estudio del Dr. Fausto. Una pantalla de fondo nos presenta distintos aspectos del período interbélico y la cara de Margarita feliz o triste.
Los cantantes maravillosos, en especial el elegantísimo Mefistófeles de René Pape y la Margarita de Marina Poplavskaya. Para mi, menos excelso el tenor Jonas Kaufman, pero veo que algunas
críticas no están de acuerdo "la perfección de su
canto es notable, maneja los
contrastes dinámicos a la perfección, todo lo anterior se complementa con su viril figura".
Ambas representaciones me encantaron