sábado, 27 de junio de 2009

LA ALBERTINA Y EL ROBOT





Entre 1998 y 2003, el gran palacio que alberga la colección pictórica originalmente reunida a mediados del siglo XVIII por Alberto, Duque de Saxen-Teschen y el Dogo de Génova "para la posteridad y servir los más altos propósitos de la educación y la moral" fue totalmente modernizado y sólo se abrió al público el año pasado.
¿Que pintor le gusta? ¿Qué quiere ver? Si tiene la suerte de ir a Viena, tenga por seguro que entre el millón de estampas y 65,000 dibujos de la Pinacoteca Albertina encontrará lo que busca. Durero, Pisano, el Bosco, Rafael, Miguel Ángel, Rubens, Rembrandt, Goya, Manet, Renoir, Cézanne, Klimt, o Schiele, Kandinsky, Picasso, Liechtenstein y Baselitz. ¿Le interesa la arquitectura? La colección contiene más de 50,000 planos, bosquejos, y modelos a escala de Borromini, Johann Bernhard Fischer von Erlach, Otto Wagner, Adolf Loos, Clemens Holzmeister y Friedrich Kiesler. Con tecnología de punta, si alguien quiere ver los dibujos de Monet, se teclea el nombre del pintor y unos brazos mecánicos bajan -o suben- las obras requeridas en cosa de minutos.
Pues bien, hace unos días, la lluvia y el Danubio hicieron de las suyas: la ciudad se inundó y el agua se filtró al museo hoy totalmente computarizado para el manejo de las colecciones. Artdaily.org señala que el Albertina mueve 950,000 obras de arte a causa de la inundación y El País indica que había "más de 2,000 litros en el piso y varias cajas de cartón que protegen las láminas de arte ya estaban reblandecidas".
El director del Albertina, Klaus Albrecht Schröder, dice que no hay daños pero había que poner a salvo las obras, "no sólo del agua sino del aumento de la humedad atmosférica. Pero durante siete horas no se pudo hacer nada. No era posible sin ayuda del robot, que en ese momento hubo que desconectar por riesgo de cortocircuitos en los conductos de corriente de 380 voltios necesaria para su funcionamiento. Schröder admite que sus nervios estaban de punta al ver el tesoro en peligro y sentir durante siete largas horas toda la impotencia del mundo. . .(y) reconoce ahora que no ha sido una buena idea dejar el irreemplazable tesoro completamente en manos de un robot".

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