miércoles, 20 de enero de 2010

CARMEN

Carmen fue la primer ópera que vi en mi vida. Debo haber tenido unos 9 o 10 años y mis padres me llevaron al Watergate de Washington donde se ponía una concha acústica sobre el río Potomac. Además de la impresión que me causó y me convirtió en devota fan, sería el momento en que nos dimos cuenta de que no veía nada y pasé a usar lentes.
Mil años más tarde, en Alta Definición (HD o high definition) el Auditorio Nacional presenta la Carmen que hoy produce la Metropolitan Opera de Nueva York. Mis amigos, asiduos asistentes a estas funciones en el Auditorio, dicen que son fantásticas. Conociendo los chiflones a los que nos sometemos cuando pisamos el recinto, prefiero abstenerme.
Claro, he de decir que tuve la suerte de ver la función el 31 de diciembre in situ y en localidad privilegiada. En esa fecha las funciones son de gala y se ve mucha gente elegantísima cuando ya los demás nos vestimos calientitos y como para ir al cine. Siempre da gusto ver gente bonita.
En esta ocasión había muchos chismes alrededor del elenco y la puesta en escena. Nuevamente, la Met sustituyó una vieja puesta en escena de Zeffirelli -que el crítico del New York Times Anthony Tommasini consideró pesada y sin pies ni cabeza- por la del inglés Richard Eyre, que a mí me pareció peor. Pero, claro, el Sr. Tommasini sabe mucho más que yo del asunto. ¿Por qué digo que me pareció peor? Porque, de repente, las cigarreras aparecen salidas de un agujero en el suelo (¿en la Fábrica de Cigarros de Sevilla?) y todas iban vestidas como campesinas rusas. Luego me entero que el Sr. Eyre traslada la ópera hacia delante 100 años al "período represivo de la Guerra Civil Española". Por cierto que el dramático telón, negro con un rayo rojo de arriba abajo, es espectacular y el vestido de Carmen -arriba- los copia.
Paso al chisme. Resulta que el papel de Carmen debió haberse cantado por la espléndida Angela Gheorghiu y el Don José sería el tenor Roberto Algna su marido. Resulta que los protagonistas deciden divorciarse y la Gheorghiu se retira dejando su lugar a la mezzo letona Elina Garanca (cuya interpretación Tommasini considera sexy y cautelosa).
Y, ¿que me parecieron los cantantes? Me parecieron bien y a veces muy bien. La Garanca no tiene esa voz pastosa gorda que a mi me gusta para Carmen, Algna bueno -dice la crítica que andaba medio acatarrado- y la soprano Barbara Frittoli en su papel de Micaela, la mejor.
En fin, de todo un poco. Si no hay algo que criticar, el asunto no tiene salecita, ¿no?

1 comentario:

Unknown dijo...

La primera opera que vi en mi vida fue Werther y pase muchos años debatiendo la posibilidad de un suicidio
romantico