sábado, 18 de diciembre de 2010

LOS INTELECTUALES Y EL PODER

Seguramente, los añosos mexicanos recordamos cuando el Presidente Echeverría se llevó un avión lleno de intelectuales a Argentina. Yo también recuerdo -y he contado varias veces- cuando me tocó ir en la gira o encuentro de intelectuales en Tijuana durante la campaña de Miguel de la Madrid en que varios muy señalados, entre estos Juan Rulfo, Edmundo O´Gorman, Blas Galindo, Amalia Hernández y Ángela Gurria fuimos alojados inicialmente en un hotel de paso (o mal paso).
Siempre me he preguntado quién se resiste a una invitación del Presidente de la República o el futuro Presidente. Esté o no .de acuerdo con su política, no conozco a nadie que lo haga. Es más, cuando fue nombrada Sari Bermúdez presidenta de CONACULTA, pese a ser sus únicas credenciales la de haber sido intérprete y haber tenido un programa donde entrevistó a Octavio Paz en el Canal 11, solamente 10 intelectuales se pronunciaron en contra de esta designación.
En cierta ocasión, un pariente cercano mío osó llamar a nuestros excelsos creadores "intelectuales florero". El político en turno se adorna con ellos y ellos, condescendientes, acceden supongo que por el bien de México. (Mi pariente fue desinvitado a varias reuniones intelectualoides por ese traspié.)
Hace unos días leí un artículo de Javier Cercas, en El País que cuestiona con gran seriedad la actitud del intelectual frente al poder. Allí, Cercas comenta la invitación recibida para viajar a China y Japón con Rodríguez Zapatero. Al principio pensó que aquello era una broma, luego pensó negarse y finalmente aceptó.
Pensé aceptarla por curiosidad y, Dios me perdone, mucho me temo que por patriotismo: por curiosidad por el Poder, por curiosidad por Oriente; y también porque pensé que, si el presidente electo de tu país te reclama, es como si tu país te reclamase. Luego pensé rechazarla porque pensé en el qué dirán y porque me avergoncé de mi ataque de patriotismo o porque pensé que el único acto de patriotismo en el que puede incurrir un plumífero consiste en permanecer lo más lejos posible del poder, señala Cercas. Le era difícil no ceder a la tentación de conocer a Kenzaburo Oé.
Relata también Cercas el cambio sufrido en el con la cercanía del poder y posteriormente, con enorme gracia, la caída estrepitosa al regresar a su vida cotidiana. . . y comprendí que todo había sido un sueño y que aquí estaba otra vez donde me correspondía, entre mis semejantes, mis hermanos.
Y aquí seguimos, recordando la felicidad del tiempo pasado junto al poder, meditando sobre la fugacidad de las glorias del mundo, exiliados y fuera de órbita, dando vueltas sin cesar por los espacios interestelares.

Me vuelvo a dar cuenta de que soy fan total de Javier Cercas.

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