Hace algunos años tuve el gusto de presentar mi libro Transición - Envejecer no es para cobardes, en un lugar encantador de Tepoztlán llamado La Sombra del Sabino. Allí estuvo Ruth Davidoff una maravillosa mujer que dejó inolvidables recuerdos a sus muchos amigos.
El libro presentado lo escribí durante muchos años y a medida que me fui dando cuenta de mi transición a la vejez o mayoría de edad. Incluso adopté el adjetivo calificativo de cronológicamente dotados que encontré en un libro que nunca pude reencontrar para dar crédito a su autoría.
Como por fuerza tenemos que cruzar un puente que va de una juventud pujante o una plenitud hacia una declinación que llevará a la vejez, fui dándome cuenta de las piedras que la transición ponía en mi camino -los cambios físicos, la falta de trabajo y amenaza de la jubilación, una salud mermante, la soledad de los mayores y las posibilidades de romances y sexo.
Ante un público más bien mayor de 65 años, probablemente me detuve demasiado tiempo en la dureza que imponía la necesidad de trabajo y la sombra de la jubilación. Ruth entonces se hizo presente diciéndome que en la vejez lo más importante era la salud y no la necesidad de tener trabajo.
Pero, todo lo que somos y hacemos cuando llegamos a la vejez, se lo debemos a lo que hicimos cuando fuimos jóvenes, contesté. El trabajo y tener una seguridad, un ahorro para los años que viviremos de mayores nos permitirá tener una salud mejor atendida.
Hoy me encuentro yendo al hospital visitando a enfermos de mi edad y conozco cada vez más casos que me llevan a pensar que Ruth también tenía razón.
Los jóvenes tienen que ahorrar -de su trabajo- para tener un seguro que les permita atender sus enfermedades en la vejez y, sin duda, las enfermedades se harán más presentes que en sus años mozos.
Además, y por si interesa, está para publicarse una segunda edición corregida y aumentada del libro que ahora detenta el título de Envejecer no es para cobardes quitándole lo de Transición que parecía molestar a algunos.
De manera que aquí hay una autora en busca de un editor.
El libro presentado lo escribí durante muchos años y a medida que me fui dando cuenta de mi transición a la vejez o mayoría de edad. Incluso adopté el adjetivo calificativo de cronológicamente dotados que encontré en un libro que nunca pude reencontrar para dar crédito a su autoría.
Como por fuerza tenemos que cruzar un puente que va de una juventud pujante o una plenitud hacia una declinación que llevará a la vejez, fui dándome cuenta de las piedras que la transición ponía en mi camino -los cambios físicos, la falta de trabajo y amenaza de la jubilación, una salud mermante, la soledad de los mayores y las posibilidades de romances y sexo.
Ante un público más bien mayor de 65 años, probablemente me detuve demasiado tiempo en la dureza que imponía la necesidad de trabajo y la sombra de la jubilación. Ruth entonces se hizo presente diciéndome que en la vejez lo más importante era la salud y no la necesidad de tener trabajo.
Pero, todo lo que somos y hacemos cuando llegamos a la vejez, se lo debemos a lo que hicimos cuando fuimos jóvenes, contesté. El trabajo y tener una seguridad, un ahorro para los años que viviremos de mayores nos permitirá tener una salud mejor atendida.
Hoy me encuentro yendo al hospital visitando a enfermos de mi edad y conozco cada vez más casos que me llevan a pensar que Ruth también tenía razón.
Los jóvenes tienen que ahorrar -de su trabajo- para tener un seguro que les permita atender sus enfermedades en la vejez y, sin duda, las enfermedades se harán más presentes que en sus años mozos.
Además, y por si interesa, está para publicarse una segunda edición corregida y aumentada del libro que ahora detenta el título de Envejecer no es para cobardes quitándole lo de Transición que parecía molestar a algunos.
De manera que aquí hay una autora en busca de un editor.
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