miércoles, 10 de septiembre de 2014

LO QUIERO TODO

Hace un par de semanas visité a mi nieto Santiago que, durante sus vacaciones de la Universidad, tenía un trabajo veraniego en Apple. Viajar con Santi siempre es un placer y, pese a ser su abuela, siento que nos divertimos bastante.
Esta vez no fui yo la que le enseñé algo nuevo sino él quien me paseó por San Francisco, Stanford y me guió por la Meca donde impera la religión de Steve Jobs que sigue vigente en el imaginario de todos aquellos que aman a su computadora, sea la que sea. Infelizmente, la mía es una PC que me está dando una guerra tremenda y con sólo ver una Apple, su diseño perfecto, la nitidez de la imagen que proyecta, y el pensar que realmente podría aprender a usarla fácilmente, me hacía aspirar a graduarme ya no de Stanford con Santi, sino a un MacBook Air.
Con esos sueños guajiros encima, de mañana tomé un tren lechero al pueblo de Sunnyvale en Silicon Valley donde la empresa tiene la mayor parte de sus oficinas centrales.
Ya en tierra Apple, gracias a Santi y el vehículo y gentileza de su amigo Adam, me fueron enseñando e introduciendo a la inmensidad que es esa empresa diseñada a imagen y semejanza del propio Jobs y la impecable arquitectura de Foster. De pasada, me contaron que el edificio donde se diseñaba y programaba la campaña de presentación de nuevos productos era un lugar de suma secrecía: los de fuera que quisieran entrar a algún asunto iban vendados y sólo se les conducía al lugar específico dónde se les requería.

Luego me llevaron a comer a un restaurant sólo para empleados de Apple que no pude fotografiar -también de diseño ultra streamlined (no me gusta para el caso la palabra aerodinámico)- cuyo concepto es parecido al de Eataly de Nueva York, es decir un amplio espacio subdividido para abarcar los gustos de todos los comensales: pescado, carne, ensaladas, pasta, en fin, lo que se le ocurra.

 
Pasamos después a las oficinas. El cubículo de Santiago estaba en la zona verde limón y era bastante espacioso para ser cubículo.

¡Yo ya estaba enamorada! El MacBook Air sería mío y me compré también un  mouse -ese si aerodinámico- que nunca usaré pero estará en mi casa como escultura.
Y, claro, vi la presentación de Tim Cook de los nuevos productos de la casa. Unos dicen que no le llega a Jobs y otros que es mejor. Yo digo que es más simpático y debe ser mejor persona. Desde luego, como digo arriba, quiero todo.



 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Encatadora, divertida y vivencial
crónica. Me siento muy identificada
contigo. Todo mi cariño !!!