jueves, 14 de octubre de 2010

DE NOBELES Y OTRAS HIERBAS


El Nobel de la Paz, Liu Xiaobo, está en la cárcel condenado a 11 años de prisión por pedir la reforma democrática de su país en la Carta 08, publicada en diciembre de 2008.

Viene muy pronto a la memoria la figura de Aung San Suu Kyi, sujeta a arresto domiciliario en Myarmar desde 1990.
Resulta difícil pensar que ante la protesta mundial -lamentablemente exceptuando la de México- y las inmensas ambiciones de China, el nuevo Nobel corra la misma fortuna. ¿Qué podrá más, la ambición de una hegemonía mundial o una dictadura férrea sobre el sentir de una población ayuna de democracia?
Ojalá.


De Vargas Llosa ¿qué voy a decir yo, si diariamente leo artículos por demás brillantes sobre este autor?
Lo que me queda decir al lector de este blog es que si por casualidad no ha leído siquiera Pantaleón y las Visitadoras, haga el favor de salir rápidamente a la Ghandi a comprar el libro para asegurarse un fin de semana maravilloso. Ya de ahí se pica y se sigue con el resto de su fantástica bibliografía.

Paso a las otras hierbas.
Me entero por El País, que Javier Cercas acaba de recibir el Premio Nacional de Narrativa de España por su libro Anatomía de un Instante.

En marzo ya había comentado aquí este libro cubista fascinante, donde Cercas desmenuza la actuación todos y cada uno de los personajes involucrados en el golpe de Tejero, a partir de los tres personajes que se niegan a tirarse al suelo ante la intromisión del militar y sus huestes: permanecerían sentados en su curul Adolfo Suárez, Presidente de Gobierno cuya renuncia había sido presentada y habría de ser sustituido ese día, Santiago Carrillo, parlamentario comunista veterano de mil batallas y el general Gutiérrez Mellado, militar de pura cepa.

Es claro que el libro no iba a gustar a los involucrados e interesante el juicio de Cercas. A los políticos de entonces no los hizo feliz, a Carrillo tampoco y el rey "sin duda lo habría hecho mejor de tener más experiencia". Pero "lo peor del 23-F fue que la gente no reaccionó".

Y así fue. Asustados, los españoles no se tiraron a la calle como suelen hacer y el autor de Anatomía considera que todos fueron culpables. "No hubo reacción ni resistencia del país contra el golpe. La gente tuvo miedo."

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