Estar en la Metropolitan Opera de Lincoln Center en Noche Vieja es todo un espectáculo. Los trajes y alhajas de las señoras son la pasarela de las pasarelas: largos, cortos, plumas, pieles y lo que se te pueda ocurrir. No menos divertido son los comentarios. Una turista como yo se conmiseraba y decía que si lo hubiera sabido se hubiera traido algo más apropiado para lucir esa noche. Lo bueno, me decía, es que era como transparente, como si no existiera. Yo traté de consolarla diciéndole que todos eramos transparentes pero no, me respondió contundentemente: no todos lo son.
Claro, tenía razón.
Subían las lámparas y sin telón de por medio, la escena presentaba un semi óvalo de un violeta muy claro (¿sería por Violeta?) y un hombre de negro con un impermeable abrigo bastante largo que se sentaba de espaldas junto a un enorme reloj que estaba al rededor de las 10:00 menos 10.
Claro, tenía razón.
Subían las lámparas y sin telón de por medio, la escena presentaba un semi óvalo de un violeta muy claro (¿sería por Violeta?) y un hombre de negro con un impermeable abrigo bastante largo que se sentaba de espaldas junto a un enorme reloj que estaba al rededor de las 10:00 menos 10.
Es el médico que indica a Violeta que va a morir pronto pero es también la muerte.
Es ahí donde irrumpe Marina Poplavskaya cuya impresionante voz nos dejaría atónitos a la mayoría.
Ya Willy Decker había presentada otras obras alejándose de lo tradicional. Su Carmen no me gustó: las cigarreras salían de un sótano y parecían campesinas rusas. Su Tosca me gustó más aunque de repente asustaba la escenografía más bien fascistoide. Pero es cierto que ya Zeffirelli está demasiado visto y gastado. Dentro de unos años volverán a poner estas escenografías y vestuarios y el público se vendrá abajo en aplausos pero hoy por hoy, da gusto ver una nueva producción.
El coro es otra cosa que debe aplaudirse con creces. Hombres y mujeres vestidos de smoking que siguen a la cortesana con copas, la levantan en un sofá rojo como su vestido corto y de cuando en vez aparecen por encima del óvalo observando la escena y la evolución de su relación con Alfredo, el tenor Matthew Polenzani -adecuado, poca voz pero no como para escribir a casa aunque el crítico del New York Times diga que tiene una dulce voz y es elegante (no así cuando se le ve en calzones)- y il suo vechio genitor, el barítono Andrzej Dobber-un poco más aplaudible.
Leo que esta Traviata se presentó originalmente en el Festival de Salzburg -ese al que siempre quise ir- en 2005 con Anna Netrebko Rolando Villazón y veo que puede conseguirse en DVD. (Wish list)
En el segundo y tercer acto que se presentan juntos, con el reloj siempre presente ahora medio cubierto con una tela de flores que aparece cubriendo también cinco sofás, el techo y las batas de Violeta y Alfredo. El reloj sigue adelante y la voz de Violeta, de pie, sentada o acostada es un prodigio.
En el segundo y tercer acto que se presentan juntos, con el reloj siempre presente ahora medio cubierto con una tela de flores que aparece cubriendo también cinco sofás, el techo y las batas de Violeta y Alfredo. El reloj sigue adelante y la voz de Violeta, de pie, sentada o acostada es un prodigio.
Finalmente despojados de sus batas de flores, los sofás sin sus cubiertas ahora blancos, fuera la tela del reloj, las flores se empiezan a tornar grises y Violeta sigue cantando sus penas en un camisón blanco y el pelo rubio larguísimo. “Addio, del passato”.
A la salida también escucho los comentarios y Zeffirelli está en boca de muchos que han dado por llamar Eurotrash a estas nuevas producciones y piensan que por los pocos elementos que contienen el asunto se debe a la crisis.
Otros comentan en el mal largo del vestido rojo y el camisón blanco de la Poplavskaya.
A mí me encantó.
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