miércoles, 26 de enero de 2011

OBAMA, EL CONGRESO Y LOS MEDIOS

Desde siempre, Barak Obama me ha parecido un expositor excepcional y sus discursos excelentes. Más me han gustado cuando reacciona ante algún problema y no tiene meses para escribir y reescribirlos. El de la semana pasada en referencia a la tragedia de Tucson, el pronunciado acerca del boquiflojo Reverendo Wright sin duda fueron de mayor impacto mediático que los de su aceptación a la nominación de su partido o su toma de posesión, sin que ello insinue que no fueron muy buenos.
Anoche escuchaba su mensaje anual a la nación y seguí encantada con lo que escuchaba un tanto envidiosa por nuestra patente mediocridad.
En el Congreso estadounidense los representantes de los partidos (demócratas, republicanos y "tea party") entremezclados parecían dar una señal de civilidad. Desde fuera y extranjera, no podía saber quien no aplaudía o ponía mala cara ante el discurso presidencial.
Los pundits o expertos de los medios me hicieron el favor de ponerme al tanto. El presidente Obama reacciona y se crece ante un auditorio amable o entusiasta y el de ayer no cumplía con estos calificativos. La distribución bipartidista del congreso parece haber succionado la energía de unos representantes que se levantaban todos a uno o se sentaban sobre sus manos para evitar el aplauso.
Siempre me sorprende la veneración del vecino país del norte por Ronald Reagan pero, según los comunicadores, el discurso de Obama refleja más la metáfora de "una ciudad iluminada en la colina" (shining city on a hill) que, por ejemplo, el estupendo discurso de Clinton en 1995.
Todo lo dicho anoche podría aplicarse -obviamente con creces- a lo que México debe tener como meta: "El futuro es nuestro", dijo, pero para que lo sea, no nos podemos quedar parados. Hay que invertir en educación, en ciencia y tecnología, en infraestructura. Nadie puede ir en contra de esto. Nosotros menos.

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