Digno de comentarse este viaje a Nueva York.
Fue la cuarta la vencida. Al percatarme del tormentón que amagaba Nueva York, llamaba a Aeroméxico para saber si mi vuelo salía y siempre me indicaron que no tenían ningún aviso de cancelación. Así, fueron cuatro mis viajes infructuosos al aeropuerto Benito Juárez de la Ciudad de México. Ya en la sala Banamex donde te tratan con princesa y, si quieres, hasta masaje te dan, después de apapacharme accedí al vuelo 404 y, a las 17:05 inicié mi vuelo hacia Nueva York.
Aquello no fue fácil pues hube de pagar el sobreprecio del boleto premier pero, en fin, ya estaba arriba y el vuelo fue estupendo. Llegamos a tiempo (21:30) a una ciudad recién amagada por un tormentón de nieve y empezamos el taxeo hasta que, de repente, la amable voz del capitán nos indica que la falta de un espacio nos impide bajarnos y que estaremos sentaditos o paraditos alrededor de hora y media. Miedo me daba que no nos dejaran ni ir al baño por aquello de la seguridad.
La hora y media acabó en 9 horas y media. Cuando finalmente, a las 6:00 hora de NY pasamos a recoger nuestro equipaje: MISSING.
La ciudad está en estado caótico, nos dijeron. No hay trabajador alguno que baje el equipaje del avión a la sala. Miles de chinos nos rodean -ya sabemos que son millones pero ahí sólo estaban miles- y a ellos si les llegan la maletas. Malosamente pienso que como los gringos les deben tanto a los chinos y a nosotros sólo problemas, nuestras maletas no llegarán. Hete ahí que empezaron a llegar a eso de las 8:00.
Llegué a mi alojamiento como a las 9:30. Está padre pero pese a lo pequeño tardé en encontrar cuchillo y sal.
En fin llegué y sin más me metí en la cama.
Pronto un ruido espeluznante me despertó. Un asesino serial, pensé. No, me enteré más tarde: el aire que entra al sistema de calefacción tiene a bien enojarse. Fui al super chiquito muy bueno y, junto al consabido vodka adquirido en el duty free, resulta que me percato que mi compu no tiene audio y no hay tele. El terror me invade. Lo bueno es que me tienen fascinada los libros de Larsson y la cama es buena.
La Traviata del 31 fue fantástica. La soprano excelsa y la nueva puesta en escena interesante a pesar de que ponen verde al escenógrafo y extrañan a Zeffirelli. Es el regalo que me hago de fin de año, y lo disfruto como la que más.
Leo, voy al cine y al teatro y, obviamente a las rebajas que no se pueden dejar.
Por desgracia ya no tengo 20 años menos y me cuesta andar. El metro y las escaleras me agotan y los taxis son carísimos pero ni modo: ¡el que quiera azul celeste que le cueste! Y así estoy.
El miércoles estará un día conmigo mi nieto Rodrigo con sus gloriosos 22 añotes. Supongo que me compondrá la computadora porque será algo estúpido.
Fue la cuarta la vencida. Al percatarme del tormentón que amagaba Nueva York, llamaba a Aeroméxico para saber si mi vuelo salía y siempre me indicaron que no tenían ningún aviso de cancelación. Así, fueron cuatro mis viajes infructuosos al aeropuerto Benito Juárez de la Ciudad de México. Ya en la sala Banamex donde te tratan con princesa y, si quieres, hasta masaje te dan, después de apapacharme accedí al vuelo 404 y, a las 17:05 inicié mi vuelo hacia Nueva York.
Aquello no fue fácil pues hube de pagar el sobreprecio del boleto premier pero, en fin, ya estaba arriba y el vuelo fue estupendo. Llegamos a tiempo (21:30) a una ciudad recién amagada por un tormentón de nieve y empezamos el taxeo hasta que, de repente, la amable voz del capitán nos indica que la falta de un espacio nos impide bajarnos y que estaremos sentaditos o paraditos alrededor de hora y media. Miedo me daba que no nos dejaran ni ir al baño por aquello de la seguridad.
La hora y media acabó en 9 horas y media. Cuando finalmente, a las 6:00 hora de NY pasamos a recoger nuestro equipaje: MISSING.
La ciudad está en estado caótico, nos dijeron. No hay trabajador alguno que baje el equipaje del avión a la sala. Miles de chinos nos rodean -ya sabemos que son millones pero ahí sólo estaban miles- y a ellos si les llegan la maletas. Malosamente pienso que como los gringos les deben tanto a los chinos y a nosotros sólo problemas, nuestras maletas no llegarán. Hete ahí que empezaron a llegar a eso de las 8:00.
Llegué a mi alojamiento como a las 9:30. Está padre pero pese a lo pequeño tardé en encontrar cuchillo y sal.
En fin llegué y sin más me metí en la cama.
Pronto un ruido espeluznante me despertó. Un asesino serial, pensé. No, me enteré más tarde: el aire que entra al sistema de calefacción tiene a bien enojarse. Fui al super chiquito muy bueno y, junto al consabido vodka adquirido en el duty free, resulta que me percato que mi compu no tiene audio y no hay tele. El terror me invade. Lo bueno es que me tienen fascinada los libros de Larsson y la cama es buena.
La Traviata del 31 fue fantástica. La soprano excelsa y la nueva puesta en escena interesante a pesar de que ponen verde al escenógrafo y extrañan a Zeffirelli. Es el regalo que me hago de fin de año, y lo disfruto como la que más.
Leo, voy al cine y al teatro y, obviamente a las rebajas que no se pueden dejar.
Por desgracia ya no tengo 20 años menos y me cuesta andar. El metro y las escaleras me agotan y los taxis son carísimos pero ni modo: ¡el que quiera azul celeste que le cueste! Y así estoy.
El miércoles estará un día conmigo mi nieto Rodrigo con sus gloriosos 22 añotes. Supongo que me compondrá la computadora porque será algo estúpido.
¿Será que esos 20 años de más ya me están pesando?
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