"Nunca se te ocurra entrar por la vía médica", decía sabiamente mi padre. Claro, a estas alturas quién le iba a hacer caso.
Todo empezó cuando hace algunos años, -bastantes ya- en visita a Madrid con mis primos Márquez, Quino, el cardiólogo, tomaba la presión a sus 3 hijos y yo, un poco riéndome de lo bien que me sentía siempre, le dije que me la tomara también a mí. Así, procedió a tomármela, me miró y fué por otro aparato un tanto más impresionante y volvió a tomármela.
Yo, que salía de regreso a México en unas cuantas horas, hube de escuchar que tenía 220 con 180 y que en cuanto llegara a mi país me fuera al cardiólogo. También me dió una pastillita que me atontó un poco más de lo normal y me hizo dormir durante el viaje, cosa que normalmente no logro.
A partir de entonces, gracias al Dr. Troyo, estoy según el como de 13 años. Pero eso es de la hipertensión y las palpitaciones, luego vino lo demás.
Hace como 8 años se me ocurrió jubilarme de la burocracia cultural. Podía haber seguido algunos años pero lo que sucedía en CONACULTA no me parecía de la estatura de mi vida. Craso error.
A pesar de haber publicado un libro titulado
Transición - Envejecer no es para cobardes, que me llevó a estudiar mis sensaciones a lo largo de los muchos años que iba cumpliendo, la sintomatología de la edad, los remedios para sobrevivir activa y feliz, creí que había llegado a la verdad del asunto pero no parece que haya seguido ninguno de mis propios consejos.
A esas alturas, la
hiperinactividad me amatronó. Por muchos nutriólogos y endocrinólicos que haya visitado, engordé y no ha habido dieta que me funcione, la haga bien o mal, hago muy poco ejercicio -cuando lo hago- y estoy apoltronada frente a la computadora casi todo el tiempo.
Pero eso no es todo. Hace 2 años y pico, visitando un proyecto de nuevo hotel que supuestamente se llamaría
White on White cerca del Camino Real, tuve a bien no ver un escalón. Blanco sobre blanco, los escalones y el piso me hicieron tropezar y me rompí el húmero del brazo derecho.
De computadora nada. El brazo no lo pude mover durante varias semanas que me parecieron siglos. Creo que ahí empecé a estar deprimida y se nota en que desde entonces mis entradas en
blogspot disminuyeron dramáticamente. No tenía nada interesante qué decir.
Y de ahí pa´ el real.
No me falta
ólogo que ver salvo, seguremente, los que más falta me hacen: el psicólogo y el neurólogo.
A fines del año pasado sentí un fuerte dolor "en el su bajo vientre" como decía un viejo chiste que es de los que me acuerdo. Entonces, mi hija Tere, que es muy sabia y organizada, me sugirió ir con un amigo suyo internista que me parece estupendo y sí, el Dr. Nellen me ha conducido y explicado mi devenir de manera entendible, cuidadosa y siento que certera.
Pero he ahí, que con lo de mi gordura el cardiólogo me había mandado con una nutrióloga que no me adelgazó ni un gramo en 8 meses. Después me fuí con un endocrinólogo que me dió una medicina que me hizo cisco con otra que estaba tomando y me tuvo borracha varias semanas. Lo único que sentía era mareo e inseguridad, pero era para los que me veían mi estado era notorio. Los traspiés los notaba hasta yo, pero parece ser que también hablaba con una lentitud pasmosa y arrastraba la lengua. En fin como borrachita.
Gracias a mi buen amigo Justi que me cantó las claras y me dijo que tirara todo lo que estaba tomando, que alcanzaba ya 13 medicinas distintas volví con el internista y a mejorar, más o menos.
Hete ahí que, casi al mismo tiempo, mi ginecóloga favorita me mandó a hacer un cultivo urológico que indicó la presencia de más de 100,000 colonias de e coli. Había que atacarlos de inmediato y me recetó Bactrín.
El bactrinazo, como yo lo llamo, me tiró en cama, volví a marearme me dió una vasca horrible y lo único bueno fué que me bajó la panza pues dejé naturalmente de comer. Me salen aún manchas rojas en la frente y los cachetes que requieren un maquillage en serio para verme más o menos decente ante los demás y las 100,000 colonias siguen felizmente vivitas y coleando. Yo, por supuesto, me tendré que enfrentar a otra medicina más.
Ya estoy pensando seriamente hacer un viaje de emergencia a Catemaco.