Ayer me recordaba Hugo García Michel en el diario Milenio aquel excelso momento en que Andrés Manuel López Obrador dijera "¡No me importa que se hunda Pemex, ya lo rescataré yo cuando sea presidente!" Hoy 4 de agosto y en el mismo periódico, Román Revueltas relata el drama que se vive en Tepoztlán donde se bloquean carreteras para que no se construya otra que uniría la pera con Cuautla.
Amén de este asunto, los mexicanos sufrimos bloqueos para viajar a cualquier parte, sea por trabajo o asueto. Los que consideran que no pasa nada ni nadie por un estado; los indignados con el gobierno de todos los colores y sabores: los maestros que no quieren que los evalúe nadie; los electricistas que siguen lucrando con una empresa que dejó de existir hace años; los narcos que están dispuestos a todo; los que quieren una presa y los que no la quieren, los que quieren expulsar a un gobernante y los que no quieren pagar impuestos. El caso es frenar todo y las razones son infinitas: buenas, malas u lo que sea.
¿Desarrollo? ¿Seguridad? Ya la tendrán cuando gobernemos nosotros -quien quiera que sea.
No es diferente en el vecino país del norte donde los republicanos y, sobre todo el tea party consideran que bloquearán cualquier cosa que venga de Obama. Se cuentan 53 las veces que han votado en contra de la ley de seguridad social llamada ahora por todos Obama care. De infraestructura, promesa de campaña, el resultado es cero: sus ferrocarriles siguen estando en las mismas condiciones que en la década de los años cincuenta del siglo pasado -salvo honrosas excepciones- y odian todo aquello que pudiera parecerse a Europa. Las carreteras están llenas de hoyos y en un país que está saliendo a duras penas de una crisis feroz, la posibilidad de gastar en lo de veras necesario y daría trabajo a cientos de miles de personas les resulta inconcebible. Cierto que su déficit se cuenta por trillones pero ¿no ha sido siempre así?
¿Será este el futuro de la humanidad o es sólo idea mía?
Amén de este asunto, los mexicanos sufrimos bloqueos para viajar a cualquier parte, sea por trabajo o asueto. Los que consideran que no pasa nada ni nadie por un estado; los indignados con el gobierno de todos los colores y sabores: los maestros que no quieren que los evalúe nadie; los electricistas que siguen lucrando con una empresa que dejó de existir hace años; los narcos que están dispuestos a todo; los que quieren una presa y los que no la quieren, los que quieren expulsar a un gobernante y los que no quieren pagar impuestos. El caso es frenar todo y las razones son infinitas: buenas, malas u lo que sea.
¿Desarrollo? ¿Seguridad? Ya la tendrán cuando gobernemos nosotros -quien quiera que sea.
No es diferente en el vecino país del norte donde los republicanos y, sobre todo el tea party consideran que bloquearán cualquier cosa que venga de Obama. Se cuentan 53 las veces que han votado en contra de la ley de seguridad social llamada ahora por todos Obama care. De infraestructura, promesa de campaña, el resultado es cero: sus ferrocarriles siguen estando en las mismas condiciones que en la década de los años cincuenta del siglo pasado -salvo honrosas excepciones- y odian todo aquello que pudiera parecerse a Europa. Las carreteras están llenas de hoyos y en un país que está saliendo a duras penas de una crisis feroz, la posibilidad de gastar en lo de veras necesario y daría trabajo a cientos de miles de personas les resulta inconcebible. Cierto que su déficit se cuenta por trillones pero ¿no ha sido siempre así?
¿Será este el futuro de la humanidad o es sólo idea mía?
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