jueves, 16 de julio de 2009

PARA PENSAR

Sí, nos tomamos el voto demasiado a la ligera o con enojo. He mencionado a Eloina, mi amiga casi hermana española que me escribe:

respecto a tu sentir sobre el voto, muchas veces me pregunto lo mismo, porque veo que la mayoría de los políticos emplean mucho tiempo en destruirse, unas veces para ocupar el Sillón del otro, y el que está sentado en el Sillón, para que no lo desalojen, que pueden ser corruptos, que pierden el contacto con la realidad y que los ciudadanos dejamos para ellos de ser personas para convertirnos en votos. Pero yo, que he tenido que vivir en una dictadura, creo que seguiré votando mientras me pueda mover, aunque hasta el momento de meter la papeleta esté maldiciendo de los políticos. Es peor no votar. Y hay que intentar que salga elegido el menos malo: nunca habrá "el mejor".
Besos y ánimo

lunes, 6 de julio de 2009

ROBERT McNAMARA

A principios de 1970, a mi marido -entonces Jefe de la Oficina Técnica del Banco de México- y a mí nos tocó ser edecanes glorificados de la visita del Presidente del Banco Mundial, Robert McNamara y su esposa Margaret. Ambos encantadores y de fácil trato, después de hacer las visitas obligadas del centro histórico y San Ángel, a Chucho y a mi nada se nos hizo más fácil que llevarlos a conocer la Ciudad Universitaria.
Luego de señalar las distintas facultades y los murales paramos en la Rectoría para mayores explicaciones cuando un pequeño grupo de estudiantes reconoció al personaje y, ni cortos ni perezosos empezaron a corear: Ho Ho Ho, Ho Chi Minh y nosotros a salir por pies. "No te preocupes, me dijo Margaret, "nos fué peor en Harvard. De allí nos tuvieron que sacar en helicóptero."
Al día siguiente llevé a Margaret a la Galería Juan Martín donde había una exposición de Vicente Rojo. Uno de los cuadros de Vicente se llamaba ¡DETENTE!. Margaret me dijo entonces: "Por cierto, nosotros estamos de acuerdo."
McNamara tardó 30 años en decir que la guerra de Vietnam había sido un error terrible.
P.D. Hablar sobre Robert McNamara siempre resulta difícil. Imposible ser Secretario de la Defensa de Estados Unidos durante la Guerra de Vietnam y esperar aplausos. Leo hoy el artículo de Errrol Morris, cineasta, director de la película The Fog of War: Eleven Lessons From the Life of Robert S. McNamara" que ganó el Óscar por el mejor documental de 2004, en el New York Times y me parece un referente importante, más allá de las memorias del propio McNamara (In Retrospect, 1995).

sábado, 4 de julio de 2009

BOLIVIA

He de confesar que en la adolescencia, padecía de cólicos menstruales severos que me tiraban uno o dos días al mes en cama. De eso no se hablaba en casa pero, obviamente, mi padre, Javier Márquez, se daba cuenta.
Director de Centro Monetario Latinoamericano (CEMLA), institución que había creado y dirigió durante 20 años, papá viajaba de tiempo completo a los países del continente y en cuanto se trataba de Bolivia debía ponerse a dieta unos dos meses antes: la altura y el peso no se llevan.
Un buen día, papá apareció con un frasco lleno de hojas. "Con estas, dijo, te haces un té y mano santa". Y aquel remedio fue realmente eficaz. Al primer dolorcito, me tomaba el té y estaba lista para irme a la escuela.
Seguramente, hoy no le habrían permitido el frasco con coca que yo me recetaba mes con mes y me habrían llamado drogadicta. Quizá no hubiera podido competir en las Olimpliadas, cosa que para mí habría sido una tragedia. Qué decir de mi reputación.

LOS MÁRMOLES DEL PARTENÓN

Busqué infructuosamente alguna de las caricaturas con que los ingleses se mofaban de Thomas Bruce, 7° Conde de Elgin, cuando transportaba los mármoles del Partenón por el Mediterráneo. Las había visto en mi última visita al Museo Británico que debe haber sido hace mucho tiempo.
No cabe duda que el Británico les da un lugar privilegiado y los presenta espléndidamente.
Si bien se acusa a los ingleses de expolio -y el Museo da amplia fe de ello- Elgin rescató lo que pudo de un Partenón en ruinas desde hacía más de 100 años. De hecho, los turcos utilizaban el edificio para almacenar explosivos y, durante el sitio veneciano del Acrópolis, el techo, parte de las paredes y la columnata volaron por los aires. También parece ser que alrededor de 12 estatuas, parte del friso y la mayoría de las metopas se eliminaron cuando el edificio se volvió iglesia alrededor del 450 después de Cristo.
Pero, siempre existe un pero. Si bien los griegos no se preocuparon por cuidar su patrimonio durante muchos siglos, hoy Atenas detenta un maravilloso museo y vuelve a solicitar el regreso de los mármoles.

ELECCIONES

Cuando por fin se pudo elegir,
ya no hubo de dónde escoger
René Delgado
Reforma

jueves, 2 de julio de 2009

miércoles, 1 de julio de 2009