lunes, 9 de junio de 2008

CANCÚN

Al final de la década de los años 60, siendo Don Rodrigo Gómez Director del Banco de México y Ernesto Fernández Hurtado Subdirector, nuestro banco central también hacía las veces de banco de desarrollo, de manera que, para descansar de la tediosa labor cotidiana de vigilar el encaje legal, las tasas de interés y huir del terror a las devaluaciones, consideraron propicio el momento para iniciar un ambicioso programa de turismo.
Fué así como, empujado por Fernández Hurtado, Don Rodrigo y sus muchachos se dieron a la tarea de buscar el paraiso que sin duda estaba en México iniciando una serie de incursiones por el territorio nacional. Como en aquel entonces, el Banco contaba con un par de bimotores añosos llamados, a la sazón, La Embarcación y La Barca de Oro (colijo que los directores de la institución o los pilotos del Banco, entre ellos Radamés Gaxiola, antigüo miembro del escuadrón 201- eran bastante bohemios.), serían estos avioncitos la Pinta y la Santa María de nuestros arrojados exploradores. Fué así como encontraron lo que después se llamaría Cancún.
En un principio, el Fideicomiso que habría de manejar los desarrollos turísticos se llamó INFRATUR y quedó a cargo de Antonio Enríquez Savignac, un joven trilingüe muy entrón que más tarde llegaría a ser Secretario de Turismo y Secretario General de la Organización Mundial de Turismo.
Los primeros años de Cancún fueron azarosos y diré que tuve la suerte de vivirlos para contarlos. Entonces, aquellas arenas blancas, laguna y manglar, sólo ostentaban una gran palapa-casa, la de Lima, natural de Isla de Mujeres, que compraría el Banco para empezar operaciones, y un super embajador: Rudy, un lanchero posteriormente devenido en guía, chef y lo que usted quiera. Cuando me preguntaban lo que me llevaría si tuviera que quedarme en una isla desierta, nunca lo dudé: por supuesto que a Rudy. Era capaz de bajar el coco, sacar el caracol y la langosta y, de paso, cocinarla a las brasas en xic-in-tic o con ixnipec imposibles de comer.
Después de sesudos estudios, y realizadas las investigaciones del caso, la negociación del crédito para el proyecto llevó a Jesús Silva-Herzog Flores, entonces Secretario Técnico de la Dirección del Banco de México, a conducir al representante del Banco Mundial a la visita obligada del maravilloso paraje. El viaje con aquel inglés -cuyo nombre no recuerdo- comenzó con una travesía marina desde Cozumel a la casa de Lima en una lancha rápida en la que Chucho, con aquel traje de baño rojo que le duraría hasta que logré tirarselo, iba señalando las glorias de la futura Riviera Maya. De repente, a la mitad del canal, el cielo empiezó a nublarse y se les vino encima un chaparrón que estuvo a punto de hundir la barca. Sin inmutarse, el inglés se levantó de su asiento, sacó un impermeable de su portafolios y se quedó observando al que, con su traje de baño rojo y muerto de frío, iniciaba una labor de convencimiento. Pese a su carisma, el temporal había dado al traste con el crédito solicitado y nunca logró traspasar la barrera de los "mapas de sombras" que suelen ser la pauta para que el Banco Mundial otorgue créditos a este tipo de empresas. Más tarde, serían él y Antonio quienes negociaran el apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo para lo que ha sido un ejemplo en el turismo mundial.
Sigo: Al desprenderse del Banco de México, INFRATUR pasó a Nacional Financiera con el nombre de FONATUR -ahora es un fideicomiso de la Secretaría de Turismo- y Antonio Enríquez siguió dirigiendo esta magna obra.
Aquello fué como construir las pirámides de Egipto. Antonio sabía de todo, desde cómo acabar con los mosquitos que nos acribillaban nada más llegar, hasta la forma en que habría de construir el puente que unía la isla con tierra firme y se caía de tiempo completo, pasando por nimiedades como el punto dónde debía construirse el aeropuerto y por qué, el número de campos de golf triple equis -o lo que sea- que debían construirse, la necesidad de respetar el manglar-cosa que por supuesto no se ha hecho- las vialidades, el agua potable, el abasto de los hoteles y así sucesivamente. Ernesto diseño y construyó por cuenta propia un barco, el Ixel, que jamás logro hacerse a la mar porque, de acuerdo con los que sí sabían de esto, era demasiado alto. Todos nos reíamos como locos. Por su parte, Margarita Cabot de Enríquez era la que sabía más de la fauna caribeña. Mis hijos todavía la recuerdan diciendo "Si ves un tiburón, no correr, pegarle."
Aquello parecía no tener fin: el puente se caía, los mosquitos seguían, el aeropuerto se inundaba y un ejército de trabajadores tragaban arena que daba gusto. Era fantástico ver cómo se iba construyendo lo que la enciclopedia de todos dice: "de ser una isla de pescadores rodeada de selva virgen y playas desconocidas, en la actualidad es el centro turístico mexicano más reconocido en el mundo". En pocos años y muchísimo trabajo, Antonio logró ver los frutos de su enorme trabajo. Hoy, Cancún es uno de los principales destinos del turismo mundial que visitan más de 3 millones de turistas de todo el mundo cada año.
Hace unos días, la Medalla al Mérito Turístico Antonio Enriquez Savignac, "padre de Cancún" y primer revolucionario del turismo de México, fue otorgada a Ernesto Fernández Hurtado.


1 comentario:

Rafael G. dijo...

Que tal:

Mi nombre es Rafael Guerrero y soy estudiante mexicano estudiando posgrado en Inglaterra. Mi tema esta relacionado con los origenes y evolucion de Cancun, estoy analizando la politica de los CIPs tomando el caso Cancun. Al leer su columna me puse a pensar que usted podria tener informacion de primera mano que necesito del tema. Si lei correctamente, usted estuvo involucrada en la esfera de los actores principales que edificaron Cancun. Me preguntaba si era posible obtener un poco de su tiempo para una entrevista. Actualmente estoy en Mexico realizando mi trabajo de campo. Mi correo es r.guerrero-rodriguez@uea.ac.uk
ojala tenga un tiempo para ello. Gracias