jueves, 22 de octubre de 2009

DE FERNANDO DE MATEO

No sé si lo he contado pero, hace tiempo que un grupo de amigos nos preguntábamos qué habría sido con los hijos y nietos del exilio español del cual formamos parte. Entre una cosa y otra, tres de nosotros nos pusimos a hacer un estudio y el próximo 3 de noviembre haremos una presentación multimedia en la UAM.
Al cursar las invitaciones para el acto, recibo una carta de Fernando de Mateo quien, a la sazón, trabaja en la OIT en Ginebra que quiero compartir con ustedes.
Va.

Es una pena que yo no vaya a estar en México por esas fechas. El otro día estuve en una conferencia maravillosa en el Palacio de las Naciones por los 70 años del exilio. Se trató de la historia de la exposición de El Prado en Ginebra en julio /agosto de 39. Recién empezada la guerra, los salvajes franquistas se dedicaron a bombardear El Prado. Una de las primeras decisiones del gobierno de la República fue embalar todas las obras de arte a fin de protegerlas. Al frente de esto estaba Roberto Fernández Balbuena. Con la Batalla de Madrid calentándose, decidieron trasladar todas las obras a Valencia, guardándolas en el subterráneo de una de las puertas de la antigua muralla, acondicionadas para resistir los bombardeos. Con el Frente del Ebro desfondándose, se trasladan hacia Barcelona y de ahí a Figueras (Figueres, escriben los catalás). Se forma en Ginebra un Comité Internacional para hacerse cargo de las obras en caso de que tengan que salir de España. El cabrito huérfano se dedica a bombardear el convoy que va hacia la frontera. Milagrosamente, ni una sola obra resulta dañada. Los franceses prometen enviar camiones, pero, como diría El Quijote, pura madre. Son camiones españoles quienes, ya fuera de España una vez que se desfonda el frente de Cataluña, cruzan toda Francia y vienen a dar a Ginebra. Para entonces la Zona Centro también había caído, así que todas las obras se las entregan a los fachas, quienes montan una exposición “imperial” en el Museo de Arte e Historia de Ginebra...pero empieza la guerra mundial y van de vuelta, por las noches y con las luces apagadas. Para hacer una larga historia corta (too late for that!) de casualidad tenemos El Prado con todas las obras que había antes de la guerra.
Yo me sentía en el Mundet de mi adolescencia, pues estaba lleno de españoles (fundamentalmente mujeres), aunque habían invitado a todo el cuerpo diplomático. El embajador hispano me miraba extrañado, así que le tuve que enviar la Memorias de Eligio y la única obra que el abuelo de mi mujer escribió en castellano y no en catalán.

P.D. Corrijo: Fernando de Mateo es Embajador de México ante la OMT y se disculpa por los improperios - No sé cuales.


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