Ni hablar, no gustó cambiar a Zeffirelli por una puesta en escena un tanto arrojada: Doña Floria, bastante descocada, abre las piernas a Scarpia para salvar a su novio Cavaradossi, tres damiselas semidesnudas encantan al villano y sí, el segundo acto sucede en un escenario bastante musolinesco que no tiene que ver con las glorias pasadas de Zeffirelli.
El público no quiere ver nada nuevo y me remito a una producción de Fausto que ví hace mil años en Viena con vestuario y escenografía de Hockney. En aquella ocasión, ante el disgusto del público purista, el Sr. Hockney dió la espalda al honorable y se bajó los pantalones.
Gelb, el Director de la Metropolitan Opera considera que el Sr. Bondy se había tomado algunas licencias -no sé si poéticas- pero que hacía falta cambiar y la puesta en escena de Zeffirelli ya tenía tres décadas a cuestas.
Zeffirelli entró al ataque y lo llamó director de tercera.
Bondy no se iba a quedar callado. Si él era un director de tercera, Z. era un segundo asistente de Visconti. "Yo aprendí a ser director y él no inventó a Puccini." En fin, las pedradas fueron muchas.
Después de leer todo esto, ya me andaba por ver la Tosca nueva. De manera que, gracias a la generosidad de mi amiga Jósele, logré mi ambición el sábado pasado. Para empezar los cantantes eran espléndidos: tanto Karita Mattila (Tosca), como Marcelo Álvarez (Cavarodossi) y George Gagnidze (Scarpia) fueron debidamente aplaudidos. La escenografía más bien austera pero bien, nada del otro jueves. Ya dije que el segundo acto -donde Floria Tosca se escabecha a Scarpia- parece un edificio de la gestapo o de Musolini, cosa que bien podía ser, dado el villano.
Lo último, que me pareció gracioso y creo no gustó a muchos, es que Tosca no se tira del Castello San Angelo sino que, aparentemente agarrada de un cinturón, hace como que se tira de una torre muy alta y sólo se ve a medio cuerpo. La iluminación entrecortada simula su caida. Me gustó. Estuvo bien lograda.
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