miércoles, 11 de agosto de 2010

DOS ESPAÑAS

Me encanta platicar con los taxistas. Siento que me dan el pulso de las ciudades. Oyen la radio de tiempo completo y hablan con gente como yo que quiere enterarse de lo que sucede en el lugar. De manera que ayer por la tarde al ir a ver a mi tío Luciano que está hospitalizado en el Ruber Internacional de Madrid hice lo propio.
El taxista era una mujer muy simpática que me iba indicando este lugar desconocido para mí y la lejanía del lugar me permitía platicar un buen rato. Entre otras cosas me contó que había pasado su luna de miel en la "Riviera Maya" y se me ocurrió comentarle que mi familia había salido con el exilio de la Guerra Civil.
Silencio.
Es la primera vez que un taxista se queda mudo -o muda.

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