viernes, 5 de abril de 2013

INDIA III

Dos días después de llegar a Delhi y tempranísimo por la mañana (6:30 de la madrugada, cosa que me parece un abuso), tomamos un avión a Aurangabad para de ahí visitar las cuevas de Ajanta y Ellora.  (Este nombre que ahora digo con facilidad me costó muchísimo trabajo de aprender y sólo rondaba por mi cabeza la vieja canción de "el orangután y la orangutana". Eso ya me parece el principio de la demencia senil y me preocupa.)
Desde que vi fotos de estos lugares cercanos a Bombay o Mumbai como ahora se llama, me di cuenta de que la excursión merecía la desmañanada.
Después de instalarnos en el hotel, tuvimos nuestra primera probadita del tráfico usual de las carreteras vecinales de India. Hay que verlo -y oírlo- para creerlo: familias de 5 personas -padre de conductor, tres niños y madre de retaguardia- sobre una moto, camiones destartalados que compiten otros nuevos -todos con la leyenda "blow horn"- y con tuk tuks, seudo taxis y vacas

 
despistadas.. Nuestro chofer nos decía que para transitar en India había que tener buenos frenos, buen clacson, y buena suerte.

Llegando a las cuevas se me cayó el corazón: había que subir y subir hasta decir basta. Ni en sueños iba a poder ver las maravillas que encierran, me dije. Pero hete ahí que, listos los lugareños, por mil rupias cuatro de ellos armados de dos troncos de bambú y una silla entre ellos, logramos subir interminables escaleras y disfrutar de aquello que de veras es

magnífico.



                   
Un poco de historia. Son 30 las cuevas de Ajanta y contienen pinturas, esculturas que relatan episodios de la historia de la vida de Buda. Fueron realizadas con una arquitectura soberbia entre el siglo 2 AC y el 7 DC.
 

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