martes, 9 de abril de 2013

MARGARET THATCHER

Seguramente ya lo he contado porque fue un momento sumamente interesante en mi vida.
En el siglo pasado, en los regímenes priistas, las visitas del Presidente (con mayúscula) al extranjero eran toda una producción. El acontecimiento se anunciaba con mucha anticipación y el Senado ni se inmutaba a dónde iba, con quien o quienes iba, o qué iba a hacer. De manera que en estas ocasiones, los que disfrutábamos (¿?) de una posición en el "gabinete ampliado" y sus esposas, sin importar la hora, nos reuníamos media hora antes en el hangar presidencial para hacer una fila ante las escalerillas del avión para despedir al mandatario. Como revisión de las tropas, el Sr. Presidente se despedía de nosotros.
Otra cosa pasaba cuando éramos los seres afortunados que acompañaríamos a nuestro jefe máximo. Se nos enviaba el itinerario, indicaba lo que debíamos llevar para estar adecuadamente ataviados (por ejemplo en la visita a Inglaterra se advirtió que el negro no debía usarse, deberíamos llevar sombrero y guantes largos hasta el codo), otros menesteres y, para terminar, que el Estado Mayor pasaría por nuestras maletas el día anterior -si eso no le asusta, a mí sí porque siempre hay algo que se me olvida.
Así las cosas, en mi larga vida como esposa de Jesús Silva-Herzog, uno de los viajes que más recuerdo fue el que hicimos con el Presidente de la Madrid a Europa que nos llevó a España, Inglaterra, Bélgica, Alemania y Francia.
Iríamos con el Presidente el Secretario de Relaciones y su esposa (Bernardo y Ana Sepúlveda), el Secretario de Comercio (Héctor Hernández y Raquel), el Secretario de Turismo (Antonio Enríquez Savignac), el Presidente del Congreso, (Antonio Rivapalacio y Hayita), el Secretario de presidente Emilio Gamboa, el Jefe de Comunicación de la presidencia, el Secretario de Hacienda y servidora.
Después de la primera probada en España, Ana Sepúlveda aseveró que todas salvo Raquelita, que lucía unos espléndidos Chanelitos, parecíamos de Houston, o sea muy mal ataviadas.
Llegamos a Inglaterra un poco tarde con lo que Su Majestad hubo de esperar y, según me enteré después, was not amused. La razón, le indiqué a mi interlocutor, fue que el Rey Don Juan Carlos se había quedado platicando con Miguel de la Madrid en el aeropuerto un poco más de lo programado. En fin.
Visita obligada fue la del Núm. 10 de Downing Street, es decir, la casa del Primer Ministro que, a la sazón, era Margaret Thatcher.
Sin duda la única Primera Ministra que ha tenido Inglaterra era una "real hembra" con unos pantalones difíciles de igualar. De su política debo decir que nunca me gustó. Entre otras cosas, como su amistad con Reagan, Pinochet, etc., me encontré, gracias a una maravillosa "beca" que me dio Edmundo Flores en el Conacyt, pude participar en un pequeño estudio sobre la ciencia y la tecnología en Gran Bretaña.
Gracias al Consejo Británico, pude entrevistarme con el encargado del tema del Consejo de expertos en todas las materias de interés creado por Thatcher. Supongo que si busco su nombre lo encontraré pero tengo tal lío de papeles que me llevaría semanas. En fin, en aquella entrevista que fue muy interesante -además de que el señor era guapísimo- se me quedó grabada una frase: "We can´t afford any more Nobel Prize winners" (o sea que Inglaterra no tenía los recursos para seguir fomentando la ciencia y la tecnología en la medida que lo había hecho antes y, por tanto, habría recortes en lo mismo) O sea lo que está pasando ahora en la mayoría de los países europeos y en el propio Estados Unidos. Pienso hoy que esto acontecía en el momento en que en CONACYT soñábamos con lograr un .1% del PNB en este renglón presupuestal.

Vuelvo al coctel en el Núm. 10 de Downing Street donde el convivio  fue muy agradable. Mi mayor sorpresa fue que, de repente se me acercó para conversar la Sra. Thatcher, lo cual a posteriori consideré que constituía una deferencia muy importante. Generalmente las esposas van de música y acompañamiento pero nunca a manifestar alguna opinión.
Lo que me preguntó Margaret Thatcher creo que ya lo he comentado pero, con su muerte, lo vuelvo a recordar: ¿Qué pasa con los ex presidentes de México? Difícil contestar que salen casi siempre apestados y, si puede, se van al extranjero. 
Le contesté que, desgraciadamente, desaparecían de la escena. La mayoría con mala reputación gracias a que el nuevo dirigente debe empezar a dejar su marca, siempre distinta, de la de su antecesor. Ella me comentó que eso era una pena y que a ella los consejos y apoyo de los Primeros Ministros anteriores, wigs o tories, sin importar su afiliación política, le habían ayudado muchísimo en los momentos difíciles por los que tiene que pasar la persona que ocupa ese puesto.  Habló incluso de Las Malvinas y los consejos que le había dado Eden ya muy viejo. Sobre eso no dije nada, cosa rara en mí.
Estuvo, pues, muy simpática y amable.

 

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