En México, los chicos que hace más de 50 años estudiaron en la Universidad de Yale, se reúnen cotidianamente ya sea entre sí o con sus esposas.
Por nuestra parte, también las esposas (o ex esposas) -Sonia, Licha y la que escribe- nos reunimos a reírnos, comer o lo que sea porque aquella amistad ha seguido y se ha enriquecido con los años.
Todo nos ha pasado: todos aquellos chicos han sido muy exitosos en su vida profesional. Uno de ellos -Miguel Mancera- fue Director del Banco de México, Jesús Silva-Herzog, que nos abandonó en marzo, fue Secretario de Hacienda, de Turismo y Embajador en España y Estados Unidos y Sergio Ghiggliaza, además de Director del CEMLA, -institución creada por mi padre- sigue jugando al tenis y es lo más simpático del mundo, además de cascarrabias.
Otro a quien extraño y veíamos menos era Javier García Urtiaga, siempre viajero y, a diferencia de los arriba indicados, dedicado a la iniciativa privada. Javier murió el mismo día que mi madre, dos partidas muy dolorosas.
Hago este relato de los mexicanos porque lo que más nos entusiasma a los chicos de Yale y a sus esposas es la llegada más o menos frecuente de nuestro queridísimo Andrés Bianchi, que a más de ser Director del Banco Central de Chile sería embajador de su país en Estados Unidos y afortunadamente casado con la mujer más guapa y simpática del mundo y sus alrededores que nos hace reír todavía más.
Nuestros recuerdos abarcan mil cosas.
Entre otras, que el cubano Pepe Chao tenía su departamento a la temperatura de La Habana en el más frío invierno y, si le invitabas a comer, tenías que prestarle una toalla porque él siempre se bañaba antes de comer. Por otra parte, que Carlos Bermúdez Limón -compañero mío en la Escuela de Economía de la UNAM -y desgraciadamente no tengo foto- tuviera a bien ponerle Catsup a mi último empeño culinario como recién casada.
Por nuestra parte, también las esposas (o ex esposas) -Sonia, Licha y la que escribe- nos reunimos a reírnos, comer o lo que sea porque aquella amistad ha seguido y se ha enriquecido con los años.
Todo nos ha pasado: todos aquellos chicos han sido muy exitosos en su vida profesional. Uno de ellos -Miguel Mancera- fue Director del Banco de México, Jesús Silva-Herzog, que nos abandonó en marzo, fue Secretario de Hacienda, de Turismo y Embajador en España y Estados Unidos y Sergio Ghiggliaza, además de Director del CEMLA, -institución creada por mi padre- sigue jugando al tenis y es lo más simpático del mundo, además de cascarrabias.
Otro a quien extraño y veíamos menos era Javier García Urtiaga, siempre viajero y, a diferencia de los arriba indicados, dedicado a la iniciativa privada. Javier murió el mismo día que mi madre, dos partidas muy dolorosas.
Hago este relato de los mexicanos porque lo que más nos entusiasma a los chicos de Yale y a sus esposas es la llegada más o menos frecuente de nuestro queridísimo Andrés Bianchi, que a más de ser Director del Banco Central de Chile sería embajador de su país en Estados Unidos y afortunadamente casado con la mujer más guapa y simpática del mundo y sus alrededores que nos hace reír todavía más.
Nuestros recuerdos abarcan mil cosas.
Entre otras, que el cubano Pepe Chao tenía su departamento a la temperatura de La Habana en el más frío invierno y, si le invitabas a comer, tenías que prestarle una toalla porque él siempre se bañaba antes de comer. Por otra parte, que Carlos Bermúdez Limón -compañero mío en la Escuela de Economía de la UNAM -y desgraciadamente no tengo foto- tuviera a bien ponerle Catsup a mi último empeño culinario como recién casada.