lunes, 7 de julio de 2008

BILL GATES

Hace cosa de dos meses, mi Toshiba me empezó a hacer extraños: a veces no la podía prender. Con su añito y medio de nacida, aquello me parecía rarísimo y empecé a apanicarme. Mi dependencia del aparato que ya cumplió la mayoría de edad, llega a niveles insospechados. Trabajo, escribo lo que me divierte y juego hasta altas horas de la noche. ¡Ni un marido! Semana y media después y con $4,000 menos, me entero de el problema eswtaba en la "fuente de poder" whatever that means. Ante el terror de que me vuelva a suceder, rauda y veloz me compré una laptop de repuesto marca Dell, mucho más barata. Ahora, lo poco que duermo, lo hago más tranquila esperando que no me pase lo mismo y al mismo tiempo con las dos.
En el análisis de la dependencia estaba cuando aparecen diversos artículos sobre la salida de Bill Gates de su trabajo diario en Microsoft para ocupar solamente el puesto de Presidente no ejecutivo del Consejo de la empresa. ¿Cuántos como yo le debemos tanto a este personaje? Lo que yo hago es pecata minuta frente a lo que miles de millones de personas en el mundo hacen gracias a la visión del Señor Gates.
Recuerdo que en 1972-73 se construyó un edificio entero en el Infonavit para albergar una enorme computadora a temperaturas bajas y en un espacio hermético. Aquello almacenaría las cuentas individuales de todos los trabajadors inscritos en la institución tripartita. Hoy, mi pequeñísima Toshiba podría hacer lo mismo. ¿En qué se ocupa ahora el edificio anexo del Infonavit? Tendré que preguntar.
Gracias a Bill Gates, dice el Economist resulta difícil imaginar al mundo de otra forma. Este innovador fué el primero en darse cuenta de que la computación podía estar al alcance de todos y ser un negocio redituable con un márgen de utilidades pequeño. Ya no sería el secreto de IBM y demás hierbas. Cualquiera podría tener una computadora en su oficina y en su casa. Las utilidades saldrían de vender muchas computadoras baratas y no de dar servicio caro a unas cuantas. Si bien Microsoft compró o imitó la tecnología de otros, el genio de Gates estuvo en la forma de adquirirla y ponerla a disposición de las masas. Sabía lo que necesitaba y cómo obtenerlo.
Mucho ha pasado desde aquel momento en que a Gates se le prendió el foco. Entre otras cosas, la empresa se dividió en dos, hardware y software y hubo de enfrentarse a leyes anti-trust.
Hoy la mayor parte del tiempo de Gates está en ocuparse de la Fundación Bill and Melinda Gates. La Fundación, creada en 1994, se ocupa de solucionar los problemas de la pobreza y el hambre en las regiones de menor desarrollo, enfocándose en el mejoramiento de sus cosechas, el acceso a los mercados y el crédito agrícola. También está destinada a la prevención y cura del paludismo y la tuberculosis en millones de personas, en su mayoría niños, proporcionando vacunas y medicinas a países subdesarrollados y a promover la investigación y el desarrollo de nuevas tecnologías eficaces, prácticas y asequibles. Obviamente entra en todo el acceso a la informática a través de computadoras gratuitas.
La filantropía, reza el Economist, no canoniza forzosamente al buen empresario como tampoco exculpa al malo. Yo confieso que es mi héroe. Ya quisiéramos que los nuestros hicieran más por el país en que viven con lo mucho que tienen.

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