miércoles, 16 de julio de 2008

GRAFITTI

Ayer por la noche, en su programa Punto de Partida (Canal de las Estrellas), Denise Maerker, inteligente como siempre, señala la falta de opciones de entretenimiento o diversión que tienen los jóvenes en una ciudad como el Distrito Federal. Todo ello, claro, en recuerdo de aquellos que perecieron en el New´s Divine cuando para celebrar el final de clases, se estaban divirtiendo sanamente una tarde defeña. Luego de hablar de parques, el deporte, la carestía de los cines, etc., se procedió a examinar el devenir de los grafiteros.
En larga entrevista a uno de ellos, el muchacho explica que además de la creación misma, le encanta el peligro; el hecho de que sea prohibido; el tener que correr para que no lo atrapen. La creación, la protesta, el peligro, todo bien vale la pena. Al fin y al cabo es un joven sin oportunidades, de extracción humilde que así se expresa. Si no, ¿qué otra cosa puede hacer?
Durante mis años como trabajadora de la cultura, mi visión del arte se amplió en forma exponencial. El performance, la instalación, y el arte provocador que plasma Santiago Sierra. En el arte contemporáneo se presentan las situaciones más inhumanas del mundo -algunas realizadas con materia fecal, elementos recabados en el Centro Médico Forense y animales disecados partidos por la mitad- y todas forman parte del menú cotidiano de galerías y museos.
No es de extrañar, pues, el aprovechamiento de las artes en programas de adaptación juvenil. Qué mejor que la cultura, la más noble de las actividades, para encauzar a los jóvenes. Cualquier programa gubernamental que se respete la incluirá; siempre es muy socorrida y ha tenido resultados muy buenos, si bien limitados. Se hace arte en tiraderos de basura, se incorporan niños a orquestas; los talleres de fotografía cine y teatro se llenan. El grafitti siempre está presente y siempre habrá alguien que preste un muro. Puede, dicen, domesticarse.
Al dar un toque artístico a ciertas paredes se llega a considerar el Grafitti como arte . Puede, se dice, llegar a regenerar zonas pauperizadas y logra llevar al artista en ciernes a espacios controlados. Es un arte ilegal, perseguido y políticamente correcto, que a menudo se salva por el indulto popular.
En "El arte marca su territorio", Fietta Jarque escribe una larga crítica sobre este arte urbano que acapara cada vez más paredes. El caos visual en que vivimos se torna arte nada menos que en la Tate Modern de Londres, claro, fuera de la importantísima galería.
Curada de espantos o aculturizada, el grafitti como arte o como programa de incorporación social me parecen planteamientos sólidos y loables. Ah, pero si me rascan, tendrían que ver lo mismo que yo cuando llego a mi casa. En ese momento, diría como el señor de la papelería que había pintado su establecimiento hacía poco o como el señor del zaguán, que ya se tapa los ojos al salir de su casa. Diría como decía mi abuela: ¿pintar?, ¡que se pinte las narices!



1 comentario:

Anónimo dijo...

Estoy completamente deacuerdo.