martes, 24 de marzo de 2009

DE CUANDO IBA A. . .

una ceremonia maya y no llegué a tiempo.
A lo mejor debería de empezar: Querido Diario, pero no, apunto:
Invitada por mi generosísimo amigo Nicolás Domínguez, llegué al aeropuerto de Cancún el pasado jueves 19 con la intención de tirarme en la playa cuatro días en ESENCIA, uno de los hoteles-spa que maneja su grupo de jóvenes empresarios.
A mi llegada, Nicolás me comenta-sugiere-incita-seduce a visitar Labná el sábado. Se celebra el solsticio de primavera y Don Luis, el Xmem, oficiará la ceremonia. ¿Dónde está Labná en relación a Esencia, pregunto? Un poco más allá de Uxmal. Calculo y exclamo: ¡eso es alrededor de 5 horas de viaje!
Más o menos, dice Nico. Pero saliendo a las 7:00 llegamos bien a las 12:00 para estar en todo.
Pese a lo largo del trayecto y lo de las siete de la mañana que no es precisamente mi hora perfecta, aquello era tentador y yo, que resisto todo menos la tentación, dí mi brazo a torcer.
A las 7:00 en punto me encontré con la encantadora Rosa de Ferrari, Nicolás y su amigo Nicolás bis, un joven chiapaneco que maneja divinamente, y nos lanzamos a la aventura del viaje. La primera parte fue perfecta. Hasta el Valladolid del cenote sagrado y más aún, las carreteras son amplias, espléndidas y sin un sólo hoyo de esos que me encuentro cada cinco milímetros en Morelos. La limpieza me asombra y maravilla. La plática inmejorable. Tanto Rosa como yo preguntábamos sobre lo que nos esperaba y Nicolás lo fue relatando todo.
Don Luis Nah, descendiente del último Chilam Balam (¿de Chumayel?) -la diecisieteava generación- es famoso en todo el mundo mundial a partir de su participación en el Festival de Stonehenge. Nicolás nos cuenta que al hacer su presentación ante los periodistas no permitió que se hicieran fotografías al grupo por respeto al monumento y la cultura que lo produjo. Ante el asombro de los conservadores del sitio y la fuerte presencia de Don Luis se permitió que el grupo se presentara dentro del círculo mágico del monumento.
Nicolás prosigue y nos cuenta los pormenores de la ceremonia que veríamos dentro de pocas horas. Por lo pronto, desayunamos en Valladolid. En este hermoso patio, Rosa comió sus primeros huevos motuleños que de inmediato bautizó como huevos motulinos. Creo que pasamos demasiado tiempo en la tranquilidad del lugar adornado con copias geniales de Botero. No lo sé, porque el trayecto que nos quedaba era aún largo.
Al rededor de las 11, poco antes de llegar a Mérida, debimos desviarnos para tomar el camino Puc. (Acabábamos de comernos los huevos motuleños y yo ya pensaba en el puc chuc.) Aquí ya el camino se hace más estrecho y los pocos vehículos que circulan son lentos. No era posible seguir tan rápido como hasta ahora y se acercaba la hora cero en que nos cargaríamos de energía. Para eso yo me había vestido de blanco y Nicolás lucía su camisa favorita, la que le trae suerte y está llena de hoyos. El campo está sequísimo pero, de repente, aparece un vergel: todo es de ese verde brillante y está lleno de frutales. Seguíamos corriendo y el camino se hacía interminable. Nicolás siente que se ha equivocado de camino, pero no. Preguntando, preguntando todos nos señalaban la dirección y era correcta.
Para qué sigo. Llegamos tarde.
Entrando a la zona, un grupo relativamente pequeño de turistas salía. La ceremonia había terminado. Por fortuna, don Luis seguía allí.


Al vernos, se dio un golpazo en el corazón e, impostando la voz, nos bendijo y nos dio la bienvenida. De las puertas donde se habían cambiado los participantes, salían los teponaztles, los caracoles y los tunkules que nunca escuchamos.

Seguramente todo fue por culpa de unos huevos motuleños.

P.D. Aquí no acabó la cosa: nos fuimos a Campeche a comer pescado frito en un chiringuito frente al mar. Y, habiendo recorrido toda la península de Yucatán, regresamos a Esencia al rededor de media noche .

2 comentarios:

Unknown dijo...

es muy bueno

Unknown dijo...

Me parecio magico sobre todo las listas de instrumentos
Maravilloso