Recurro cotidianamente a los problemas urbanos de nuestra ciudad. Salgo de mi casa y me enojo. Basura que hace más de un mes no se recoge. Nuevos edificios en callejones empedrados de zonas antes destinadas a viviendas de dos o tres pisos ahora convertidas en botín de desarrolladores que fincan edificios con la mano en la cintura y sin medir las consecuencias de su caótico futuro.
Hace un par de semanas acudí a una junta de vecinos del Pedregal invitada por Magda Urquidi que está preocupadísima por la construcción de más de 400 departamentos sobre lo que antes se llamaba Rio Magdalena y hoy es uno de esos ejes que nos parten la ciudad.
-"Ahora ya hago hasta 40 minutos en transitar de la Avenida Revolución hasta mi departamento frente al Seguro Social. ¡Son aproximadamente 4 cuadras!, me dice Magdita angustiada. ¿Qué va a pasar cuando tengamos 2,000 personas más con sus vehículos, el gas, la basura y el agua? ¿No nos están diciendo a diario que tenemos escasez de agua?
Yo no vivo en el Pedregal, pero el desorden de la zona me afecta de tiempo completo. Pasamos días sin agua, la basura, como ya he dicho, se acumula cuando bien podrían instalarse grandes basureros estacionarios como en el resto del mundo civilizado. (Claro, eso ya es ponerse al nivel del mundo civilizado.)
En fín, acompaño a Magda al Centro Cultural Sabines de San Ángel y, frente a una mesa con 7 funcionarios, un pequeño grupo de personas mucho más diestras que yo en estas lides, señala distintos problemas que la construcción ya avanzada traerá consigo y cuestionan la realización de estudios de impacto ambiental, plantas de tratamiento de agua, vialidad, etc..
Los planos, dice una funcionaria, están debidamente aprobados por la Delegación (Álvaro Obregón), ya lo del la vialidad, la planta de tratamiento de agua y demás minucias se hará después. Y prosigue: el uso del suelo está cambiando y la ciudad se está fincando para arriba. (O sea: la planeación viene después de la construcción. Por lo visto, lo único que importa a "la Delegación" es que el (o los) edificio(s) no se caigan con un terremoto a juzgar por la profundidad en que se montan los cimientos.)
Por lo que hace a la verticalidad de la ciudad, yo, que viajo hacia Yautepec cada semana, no dejo de asombrarme por el crecimiento de la mancha urbana. El verde de los cerros desaparece; el Ajusco es un remedo de pulmón para lo que algún día fue "la ciudad más transparente del aire".
Es lógico que la gente huya de los desmanes de la ciudad, me digo. También es lógico y más barato para el gobierno de la ciudad llevar los servicios a un edificio que trasportarlos o construirlos al Pico del Águila donde muchos son paracaidistas y necios protestan cuando no tienen drenaje, agua o luz.
Como desde mis años mozos he escuchado a arquitectos, urbanistas y políticos hablar del devenir de la ciudad y la planeación urbana, recuerdo muy bien que lo propuesto antaño era fincar en lotes pauperizados del centro de la ciudad y colonias populares, cuidando, desde luego, antiguas viviendas coloniales y monumentos.
De acuerdo con el INEGI, la población del Distrito Federal no ha crecido significativamente en los últimos 20 - 30 años. Actualmente vivimos aquí 8, 851,000 personas y en el "área conurbada" somos alrededor de 20,000,000. Esa cifra es la que conocemos desde hace muchísimo.
Entonces, ¿por qué no recordamos sabios consejos de antaño?